Fernando Ojeda, el heredero inesperado de la reina Fabiola

Fernando Ojeda, el heredero inesperado de la reina Fabiola

Empresario, modelo, aristócrata y líder medioambiental, a Fernando Ojeda es difícil clasificarle solo en un campo. Nuestro primer contacto fue en una cena organizada por la firma italiana Lanieri en el corazón de Madrid: el hotel Only You. Allí se gestó el segundo encuentro, una visita para conocer de primera mano el proyecto que lidera desde 2019, (R)Forest Project y que tiene en Elío, Navarra, una de sus sedes. Se trata de un antiguo palacio que hunde sus orígenes en el siglo XIV y que llegó a sus manos directamente desde su tía abuela, Fabiola de Bélgica. Como reconoce, este enclave no vive sus mejores momentos, pero ahí está él para darle un impulso «verde» y transformarlo en una referencia a nivel estatal en la replantación forestal. La tercera vez que nos vimos fue para esta entrevista, esta vez en sus oficinas en Madrid y recién llegado de Galicia, donde había hecho un viaje exprés para uno de los proyectos de su fundación.

Con la vida tan fácil que parece que tiene, ¿por qué meterse en un lío como (R)Forest Project?

Es curioso como al final estoy, literal, de barro hasta las orejas, pero con esta fundación buscaba dar un cambio. Empecé a trabajar con proyectos de hostelería en el año 96. Después vino mi fichaje como modelo y las redes sociales, y sentía que había llegado a un punto de inflexión en mi vida. Iba a ser padre y deseaba iniciar algo sin ánimo de lucro que estuviera libre de ambiciones y vanidades. Cuando inicié (R)Forest Project dudaban de que llegáramos a hacer algo plantando veinte árboles cuando cada día se queman miles, pero me parecía importante dar ese ejemplo. Las circunstancias han hecho que ahora seamos algo grande y que crezcamos de manera exponencial, pero tampoco es lo que más me preocupa. Me gusta más que mis hijas, cuando les preguntan a qué se dedica su padre, digan que planto árboles.

¿Cómo se vio este cambio radical en su familia?

Dice mi padre que he pasado de ser la oveja negra de la familia a ser la verde. Pero ha sido algo orgánico. Aunque yo me he enfocado a mis proyectos, mi familia se ha dedicado siempre al cultivo de árboles en el valle del Genil, así que lo llevo de nacimiento, vuelvo al redil. Aunque tuve que explicarle a mi padre que la madera en mi caso no la vendo, planto árboles para que se hagan viejos.

Y un día por sorpresa aparece una herencia inesperada de su tía abuela, Fabiola de Bélgica: el Señorío de Elío.

Parece que mi vida es un cúmulo de situaciones inesperadas, una aventura en la que han empezado a encajar las piezas. ¿Quién me iba a decir que un antepasado mío muriera sin hijos y decidiera que si alguno de sus descendientes tiene una fundación sin ánimo de lucro se podría hacer con este espacio? Hemos ganado con esto una estructura con la que no contábamos y, encima, en un lugar que necesitaba nuestro apoyo tras los incendios de hace dos años. Hemos estado ayudando al valle de Echauri a repoblar una parcela quemada con un éxito de agarre maravilloso, por cierto.

¿Siente que esto es volver a los orígenes?

Cuando firmé no tenía conciencia visual de qué era Elío, solo lo sabía por lo que me habían contado en casa. El día que puse un pie aquí fue abrumador. La casa data de 1350 y por ella han pasado muchas generaciones. Sientes que te toca liderar y remontar el vuelo de este espacio que estaba en una situación de abandono. Me pasa además algo curioso: noto la casa de manera celular, entiendo cada espacio, es como si tantos siglos de este lugar en mi familia me conectaran genéticamente con ella.

Usted debe tener normalizado el formar parte de una familia a la que pertenecen Blanca Carrillo de Albornoz y Elío, descubridora de Balenciaga, una reina de Bélgica y a Jaime de Mora y Aragón. ¿Con Elío toma conciencia de lo excepcional de su entorno?

Yo todo lo he empezado de cero desde el año 96. La vida de mis antepasados lo veía casi más como una novela, sin ningún vínculo conmigo. Y a los 30 años de carrera aparece esto y me pone el pasado en la cara. Entiendes cómo fue esa gran familia, pero también ves cómo las grandes familias son como las civilizaciones, que se acaban extinguiendo.

¿Estas personalidades tuvieron algo que ver para su interés por este campo?

Para nada. Accedí a este mundo a los 33 años, cuando se me acercó un agente una noche en una discoteca y me dijo que buscaba una nueva cara de mi edad. Por supuesto, es bonito saber que tienes familia que tuvo tanto que ver con alguien como Balenciaga. Por mi tío Jimmy siento un cariño especial. Fui una vez a Marbella con un primo mío y se quedó sorprendido de que tuviera una estatua sin haber hecho nada. Hay que ser muy crack para eso. Para mí, más allá de la excentricidad de los bastones y el monóculo, él fue una persona cultísima que supo comerse la vida y brillar con luz propia. Nos obsesionamos con muchas cosas que al final son problemas y acabas en una eterna lucha contigo mismo.

La última visita de Fabiola de Bélgica a España

La llegada de Fernando Ojeda a Elío ha supuesto la vuelta de la familia a sus orígenes. Ahí ha podido conocer historias de la vida de la casa a través de la gente que todavía tiene recuerdos de sus tiempos de gloria: «Hace poco vino a verme Román, de Echauri, el pueblo de al lado. Me contó que su madre, Tomasa, fue la cocinera de la casa y recordó la última visita de Fabiola y Balduino. No se quisieron marchar de allí hasta que la encontraron y las dos mujeres se pudieron fundir en un abrazo que tenía mucho de despedida. Sabían que no se iban a volver a ver». La aristócrata falleció a los 86 años el 5 de diciembre de 2014, en su residencia, el Castillo de Stuyvenberg, ubicada en Laeken (Bélgica). No tuvo descendencia y ya anciana reveló que sufrió cinco abortos involuntarios.

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