Hoy es un día peligroso

Hoy es un día peligroso

Hoy es un día peligroso. Puede que todavía no lo parezca, pero en muchos países, desde hace siglos, esta es una jornada en la que la mentira disfrazada de broma se esgrime con total impunidad. Es el Fools Day, el particular «día de los inocentes» o «del obispillo» para los habitantes del Reino Unido, Bélgica, Italia o Australia. Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el origen de esta tradición, la opinión más extendida sostiene que nació en 1582, cuando Francia aceptó pasar del calendario juliano al gregoriano. Corrían los tiempos de Enrique III de Francia, el Año Nuevo se celebraba del 25 de marzo al 1 de abril, pero cuando llegó aquel ajuste hubo quien se resistió. Fueron los «locos de abril». Nació así el «día de los tontos» o el poisson d’avril (por el signo de Piscis), una jornada óptima para hacer escarnio de quien se resistiera a las convenciones, tachándolo de crédulo.

Así, casi sin querer, con la irrupción de los modernos medios de comunicación, hoy el primero de abril se ha convertido en un generador consentido de lo que llamamos «fake news». Aunque sus inocentadas se estrenaron en regiones informativas limítrofes con lo creíble, y limitadas a un momento concreto del año, ahora lo salpican todo. Noticias inventadas sobre monstruos marinos o platillos volantes se mezclan ya con desinformaciones geopolíticas, económicas, deportivas o sociales, aunque resisten las chanzas como la «olfatovisión» que iba a permitirnos percibir aromas por la tele, o las «hamburguesas para zurdos» que Burger King anunció en 1998.

Conviene recordar que semejante juego –inocuo, en origen– se volvió serio cuando algunas personalidades empezaron a apoyarlo. Un caso paradigmático fue el de sir Patrick Moore, autor de 70 libros sobre astronomía y uno de los rostros más populares de la divulgación científica británica. El 1 de abril de 1976, Moore compareció ante los micrófonos de la BBC anunciando que la Tierra iba a alinearse momentáneamente con varios planetas provocando un desajuste en la gravedad que podrían percibir quienes, a la hora exacta, saltaran dondequiera que se encontrasen. Fueron miles los británicos que llamaron a la emisora dando testimonio del «fenómeno». Como también miles los que reclamaron a Burger King su nueva delicia, obligándolos a desmentir que tuvieran un menú para zurdos.

Nadie salió herido de aquello, pero desde entonces esas bromas han adquirido tintes cada vez más oscuros. Vivimos en una sociedad «memorizada». El acceso a hemerotecas –la mayoría de veces sin los filtros de un criterio maduro– se ha generalizado, llevándonos a constantes equívocos y a conclusiones fuera de contexto. Una broma lanzada hoy puede convertirse mañana, en alas de la ignorancia o la mala intención, en un bulo incómodo. Pondré un ejemplo. Sólo un año después de lo del profesor Moore, la cadena de televisión británica ITV emitió un «Science Report» en el que investigaban la misteriosa desaparición de tres científicos implicados en el estudio del entonces llamado «efecto invernadero». Fue en su horario de máxima audiencia. Aquel 1 de abril, el programa sugirió que las desapariciones estaban ligadas a un proyecto ultrasecreto liderado por soviéticos y norteamericanos para salvar a la Humanidad de una catástrofe ecológica global. Los periodistas «descubrieron» que habían puesto en marcha un proyecto que construía bases en la Luna y Marte para sus élites. Lo hacían tras desestimar la idea de perforar la atmósfera con bombas nucleares para dejar escapar el calor terrestre, o construir ciudades subterráneas que tarde o temprano colapsarían. Marte era su «Alternativa 3».

Todo, claro, fue falso. Un bulo sofisticado. Sin embargo, al confesarlo, sus creadores mantuvieron una posición ambigua. Según ellos, habían dramatizado informaciones reales usando actores, aunque su mensaje de fondo era real. Y así, el 13 de febrero de 1983, muy lejos del día de las bromas, TVE emitió «Alternativa 3» dentro del espacio «La puerta del misterio» que entonces dirigía el Dr. Fernando Jiménez del Oso. El entonces popular «psiquiatra del misterio», mosqueado, pidió cautela a su audiencia, pero olvidó –porque ni él mismo lo sabía– darnos la pista clave: aquello había nacido en un Fools Day. Maldita desmemoria.

Como era de esperar, la difusión del falso documental fue todo un escándalo y el debate se extendió como fuego griego. La controversia, perpetuada todavía por internet y su legión de «expertos» descerebrados, acaba de regalarnos un último impacto. Otro pecado de contexto. Fue el pasado mes de septiembre cuando Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo en ejercicio, dijo en público que, en efecto, existía un «plan B» de los ricos para huir de nuestro planeta en cohetes espaciales.

¿Ven ya por qué digo que hoy es un día peligroso? ¿Comprenden por qué es tan grave lanzar bulos que tarde o temprano serán reutilizados?

En un mundo donde todo se manosea si conviene, disponer de una fábrica de «bromas» alentadas desde medios y redes se convierte en un factor de desequilibrio. Para mí, hace mucho que el Fools Day o el «día de los inocentes» dejaron de ser graciosos. Son más bien algo siniestro. El recuerdo de la existencia de un laboratorio «legal» de mentiras donde se ensaya con nuestra credulidad, poniéndola a prueba. La única vacuna contra este mal en expansión es la desconfianza y que el ciudadano use a diario –y no solo hoy– las herramientas que le ofrece la sociedad de la información para juzgar cada noticia que lea. En estos tiempos líquidos nunca, jamás, debemos fiarnos de una sola fuente. Dicho queda.

Javier Sierra es escritor y premio Planeta de novela.

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