El cuarto día, Tadej Pogacar dejó de juguetear con el Giro, se vistió de rosa, cambió el culotte a juego con la maglia para ponerse el de color negro de su equipo, se mimetizó con el paisaje, adoptó un perfil discreto, se dejó ver por la cabeza muy poco y descansó, si es que hacer 190 kilómetros a 44,3 por hora de media se puede tomar como un día libre. Como escribió Miguel de Unamuno en Del sentimiento trágico de la vida, “que inventen ellos”, que es lo que debió pensar el líder sobre sus colegas del pelotón, y sí, fueron otros quienes por una vez se cargaron la responsabilidad a sus espaldas, pero el ciclismo, casi siempre, es un sentimiento lúdico y no trágico. Aunque llueva.