Cuanto más estéril es un tema para la ciudadanía, más fértil es para la política. Es la lógica en la que se mueven los partidos hoy. Dan más importancia a las especulaciones sobre las parejas de sus oponentes que a las decisiones de sus propios ejecutivos, a las reuniones en restaurantes que a las del Consejo de Ministros, a la Guerra Civil que a la de Gaza, a las leyes de memoria histórica que a la memoria económica de las leyes. Presentan las leyes de concordia en la ONU y el Parlamento Europeo, pero no los Presupuestos Generales del Estado. El centro espiritual de nuestra democracia no está en el Congreso, sino en Cuelgamuros. Y quizás es la mejor estrategia para robar unos votos a corto plazo, pero no para ganar los corazones de los españoles a largo.