La concordia de los desmemoriados

La concordia de los desmemoriados

Hemos dejado que nos arrebaten las palabras que más apreciábamos. ¿Qué significa la palabra libertad si es veneno en boca de quien celebra una libertad avasalladora que ignora la fragilidad del otro? ¿Qué significa la palabra verdad cuando está continuamente vulnerada por la sacrosanta opinión personal o por el burdo fanatismo? Ahora le ha tocado el turno al término concordia usado de manera taimada con el odioso fin de no reparar injusticias pasadas, mostrando a la vez desdén hacia cualquier tipo de acuerdo en el presente. Siendo nostálgicos, como aseguran ser, de épocas mejores en las que reinaba la libertad, la verdad y la concordia, no se acuerdan de nada. Su memoria no alcanza a aquel país de mi juventud en el que una persona conservadora y otra de izquierdas podían compartir incluso amistad. No se acuerdan de que el comunista Carrillo departía con Herrero de Miñón, no se acuerdan ni saben de cuando un republicano ácrata como Fernán Gómez recibía la medalla del trabajo de manos de un rey y se lo brindaba a su madre monárquica, no se acuerdan, pero muchos de nosotros sí, de que un cómico podía declararse comunista y al mismo tiempo ser aplaudido por todo tipo de público, no se acuerdan de que en cualquier película de Berlanga los bulliciosos planos secuencia estaban habitados por cómicos de distinto signo, no se acuerdan de aquellos ya irrealizables debates de La Clave en los que conseguían escucharse unos a otros hablando de temas aún tiernos e inexplorados, del asesinato de Lorca, por ejemplo.

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