Amos Trabelsey nos sugiere dejar de lado la timidez y arrancar directamente de la rama todos los tomates que queramos llevarnos a casa. “Se van a acabar pudriendo, si no. No hay nadie para recogerlos”, cuenta con más pragmatismo que autocompasión en su hoy vacío invernadero en el moshav (cooperativa agrícola) Sharsheret, a 14 kilómetros de Gaza y en una larga llanura considerada “la huerta de Israel”. Unas 45 personas trabajaban para este pequeño empresario agrícola hasta el ataque de Hamás el 7 de octubre, que llegó a las puertas de Sharsheret y lo cambió todo.