El tabú sigue intacto. Ningún político de primer orden de ninguno de los partidos tradicionales alemanes se atreve a insinuar cualquier tipo de colaboración con la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). En una Europa en la que Giorgia Meloni lidera Italia, la tercera economía del euro, y en la que Vox gobierna en coalición con el PP en cinco comunidades autónomas españolas, Alemania sigue manteniendo intacto su rechazo a los ultras. Y, sin embargo, algo se mueve.