La resurrección de las papeleras de la oficina: ahora son «agarracucharas» para personas con discapacidad

La resurrección de las papeleras de la oficina: ahora son «agarracucharas» para personas con discapacidad

Si podemos reciclar el papel que tiramos a la papelera, ¿por qué no la papelera en sí? Esta es la pregunta que Manuela Borao, trabajadora en el área de Economía Circular de Repsol, supo responder. La empleada de la multienergética encontró una oportunidad única para transformar el residuo plástico en una herramienta con la que mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad motora.

«Trabajo en la dirección de poliolefinas [un tipo de plástico] y me gusta encontrar nuevas oportunidades para los materiales», explica la ingeniera. Por eso comenzó a preguntarse de qué manera podrían aprovechar el plástico de las 4.400 papeleras de las oficinas de su sede en Madrid, que se habían retirado para una mejor separación de residuos. En lugar de los cubos individuales, donde se depositaban residuos de diferente origen, la empresa puso a disposición de los empleados unos contenedores que favorecieran la recogida selectiva de los desechos.

Aquella situación se transformó en un proyecto de voluntariado corporativo de Fundación Repsol. «Manuela nos contó que quería darle una segunda oportunidad a las papeleras retiradas, pero no tenía claro cómo hacerlo y en qué podría utilizarlas», recuerda Laura Vicente, responsable del Área de Transformación Social de la entidad. Tenían claro que querían darle un enfoque social al proyecto y decidieron donar el material a Ayúdame3D.

Esta entidad española fabrica prótesis y otros dispositivos de ayuda para colectivos vulnerables a través de tecnologías de impresión 3D. Una vez desarrollados, se los entregan de forma altruista a las personas que más lo necesitan. «Nuestra función ha sido la creación y el diseño desde cero de los dispositivos, gracias al material –el polipropileno– de las papeleras de Repsol», explica Guillermo Gauna-Vivas, fundador de esta empresa social. Se trata de una especie de «agarracucharas», que le permite a la persona con discapacidad poder comer sopa o alimentos líquidos de una manera muchísimo más sencilla.

El siguiente paso fue probar los prototipos con los usuarios potenciales de la Fundación Bobath, dedicada a la atención de personas con parálisis cerebral. «Para nosotros, ha sido una experiencia muy bonita porque hemos contado con diferentes personas muy profesionales de diferentes sectores, que han aportado su punto de vista para crear y mejorar este producto de apoyo», prosigue Guillermo.

«Desde nuestro lado, les hemos enseñado a diseñar, a crear y a ver de qué manera podemos utilizar la tecnología para ayudar. Es decir, le hemos dado la pincelada de empatía que necesita la tecnología en estos momentos para que todos nos demos cuenta de que puede solucionar problemas», celebra. Algo tan aparentemente sencillo como comer con cuchara, supone un salto en la autonomía de estas personas, así como una mejora en su calidad de vida.

Por eso, Manuela se lleva «la alegría de ver a sus compañeros de Repsol tan involucrados» y «el orgullo de poder ayudar con algo que nació de una idea, de una ilusión y que, finalmente, utilizan personas a las que realmente les puede mejorar la vida».

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