Es hora punta en la calle Rivoli, una de las principales arterias de la capital francesa. Las bicicletas pasan una tras otra, veloces, tocando el timbre cuando un peatón cruza sin mirar. Hace cinco años, eran los coches los que monopolizaban este eje de tres kilómetros que transcurre frente al Ayuntamiento de París y el Museo del Louvre. Ya no. Las dos ruedas se han impuesto, favorecidas por un cambio de paradigma en la movilidad urbana. La revolución ciclista, impulsada por las autoridades locales, empieza a dar sus frutos: según un reciente estudio del Instituto Paris Région —público—, la bici ya supera al automóvil como medio de transporte en el interior de París, con un 11,2% de los trayectos frente al 4,3%; también ocurre en los viajes entre los suburbios y el centro: el 14% se hacen en bicicleta y el 11,8% en coche.