Wagner siempre exhibió un sentido del humor cruel y poco confiable. Y se quejaba a menudo de que a Liszt y a Nietzsche nunca les gustaban sus chistes. Por esa razón, no debería sorprendernos que, bajo la superficie de su gran comedia Los maestros cantores de Núremberg, con situaciones prototípicas de parodia y pantomima, también encontremos drama y violencia. Quedó claro, el pasado miércoles, 24 de abril, en el Teatro Real, en la magistral escena entre Sixtus Beckmesser y Hans Sachs del tercer acto.