Lecciones de Portugal

Lecciones de Portugal

Generalmente en España se ha mirado al vecino de al lado con cierto desdén: país pequeño y dependiente, por detrás de nosotros en la mayoría de las estadísticas. Sólo que de un tiempo a esta parte Portugal no para de ser motivo de referencia en diferentes ámbitos.

En lo económico, porque ha sabido resurgir del agujero de la prima de riesgo y del rescate de hace años; en lo turístico se ha puesto a nuestro nivel, igual que en infraestructuras; en lo fiscal mantiene una política impositiva inteligente, atractiva para capitales que huyen de España por la presión asfixiante de nuestra Hacienda pública; y en lo político, por hacer gala de la moderación frente al lamentable frentismo hispano.

A ello responden algunos que, sí, pero es que nada tienen que ver Madrid y Lisboa. Verdad, aunque sobre todo quienes no tienen nada que ver son los políticos. Uno, allí António Costa, socialista como Sánchez, pactó con el bloque de la izquierda. Eso sí, haciendo una gestión moderada, reconocida en Europa y premiada por los electores con una mayoría absoluta. Dos, Costa dimitió, pese a esa mayoría absoluta, sin que hasta el momento se haya probado vinculación personal alguna con el escándalo de corrupción al que se le implica. ¿Dimitir aquí ? ¿Por qué ? ¿Por el Koldo-Gate, las maletas de Delcy, las mascarillas de Illa, las amistades de Ábalos, los negocios del África Center? El único político español capaz de dimitir fue Antonio Asunción, y le cayó la mundial por hacerlo. Tres, ergo António Costa no es Pedro Sánchez, ni por asomo. Cuatro, ni tampoco es Sánchez como su compañero socialista luso Pedro Nuno, que perdió hace tres semanas ante el centro-derecha pero casi en empate técnico, pese a lo cual ha expresado su voluntad de permitir que gobierne el adversario, Luis Montenegro, con el fin de evitar que Chega tenga la llave del Ejecutivo. Sánchez, en España, podría haber hecho lo mismo para soslayar a Vox, y no tener que acordar nada con la izquierda ultra, el separatismo ultra y los proetarras de Bildu. Pero no, hizo lo contrario. Cinco, claro que entonces estaría gobernando Feijóo, ganador de las elecciones, y no el PSOE, que las perdió, por mucho que ayer le dijera Óscar Puente a Alsina en Onda Cero que Sánchez las ganó. ¿Ganó qué elecciones? Oigan, Feijóo sacó a Sánchez 16 escaños. En Portugal, apenas dos, y sin embargo el PS dejará gobernar a quien triunfó por la mínima-mínima. Y sexta y última lección: para evitar que un radical determine la presidencia del Parlamento, socialistas y derechistas han acordado turnarse en la misma durante dos años cada uno.

Feijóo le dijo a Sánchez, en el debate de TV, que para evitar en España a los radicales de izquierda y derecha había una fórmula: permitir que gobierne la lista más votada en todos los territorios, incluido el Estado central. Sánchez no lo aceptó, porque sabía que no iba a ganar en julio. De manera que, en vez de optar por la lealtad y la moderación, como en Portugal, optó por desbancar al más votado, aliarse con media docena de formaciones radicales, amnistiar a Puigdemont y su delincuencia, y echarle la culpa al PP, por aliarse con Vox. Menuda diferencia.

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