Los chinos no quieren pasar calor

Los chinos no quieren pasar calor

Desde que Willis Carrier –a quien hoy derribarían las estatuas de tenerlas– patentó en 1902 la primera máquina de aire acondicionado los españoles, muy poco a poco, eso sí, hemos pasado de las noches de julio a base de botijo y silla baja a la puerta de la calle, o del colchón en el terrat de la casa de Arenys de mi infancia, a la comodidad de los 22 grados sostenidos. Y los chinos también, con el problema de que hay un montón de chinos que no quieren pasar calor. Y es que esto del calentamiento global empieza a parecerse como la pescadilla que se muerde la cola. Me explico. Entre los años 2020 y 2022, China sufrió varias olas de calor y la gente tiró en masa del aire acondicionado, con el consecuente incremento del consumo eléctrico. Dado que el consenso científico mundial mantiene que la temperatura media de la tierra seguirá subiendo, los chinos no quieren pasar calor y el gobierno de Pekín es un entusiasta devoto de la ciencia, pues se ha puesto a construir centrales térmica de carbón, que es lo más barato y abundante que tienen, para aumentar la producción de energía puesto que, además, están levantando unos ejércitos y la industria militar necesita factorías electrointensivas para fabricar acero y aluminio, por no hablar del mantenimiento de las cadenas de frío para la conservación de los alimentos, que es, realmente, la diferencia entre la hambruna y la epidemia de obesidad. Los últimos informes hablan de que se ha iniciado la construcción de 168 nuevas centrales de carbón, distribuidas en 86 emplazamientos, con las que conseguirán generar 106 GW más. Esto quiere decir que los chinos no sólo no quieren pasar calor, sino que además se pasan los acuerdos de limitación de emisiones de CO2 por donde ustedes están pensando. Nada que ver con nuestra ministra Ribera que, a partir de hoy, nos vuelve a subir el precio de la luz y está dispuesta a obligarnos a ser buenos chicos climáticos, aunque haya que sembrar de molinillos la España vaciada, que vaya insolidarios se han vuelto los de Teruel. Pero nuestra intrépida ministra, como Don Quijote, lucha contra molinos de viento… Una parte de la humanidad, que acaba, como quien dice, de llegar a la comodidad del coche propio, del aire acondicionado, de las calles iluminadas, de las varitas de merluza congeladas y de las cervezas frías, no parece muy dispuesta a renunciar a esas cosas, son gente brava y se les da una higa la salvación del Planeta. Ni siquiera se fijan en las bonitas etiquetas de «sostenible» de las empresas europeas que se amparan en el ecopostureo, a ver si cuela. Y claro, si siguen incrementándose las emisiones de carbono, subirá la temperatura, se fundirán los hielos del Ártico y Groenlandia, los torrentes de agua dulce que lleguen al mar Atlántico modificarán el régimen de la corriente del Golfo, el hemisferio norte se helará, las tempestades y las nubes inutilizarán los molinillos y los parques solares, los europeos nos pelaremos de frío y los chinos estarán tan calentitos, que la electricidad también sirve para calentar las casas. Al menos, eso es lo que he leído en un sesudo informe sobre las modificaciones de las corrientes marinas que me ha dejado completamente espeluznado, como a Ábalos con el caso Koldo. De ahí que me ronde una imagen gloriosa: la de la ministra Ribera formando parte de la primera oleada de desembarco en las playas de China.

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