Más exilio

Más exilio

APedro Sánchez le vuelve a faltar la «baraka» de los buenos tiempos, cuando ante cualquier nubarrón en su porvenir sacaba de debajo de la chistera un rayo de luz para iluminar su realidad. Ya no, porque se acercan las elecciones catalanas y los señores de Junts aprietan de lo lindo, cada vez más, para sacar el mayor rédito posible a la estrategia del secuestro gubernamental.

Aunque el presidente piense que no nos damos cuenta, negocia con unos bandoleros que le sacan la navaja de los siete escaños cuando les conviene. Por eso la palabra referéndum, ese mantra del que se alimenta el independentismo, la colocan sobre la mesa, provocando sudores fríos en la Moncloa, dónde esperan que se les aparezca la Virgen.

No lo hará y saben que esta senda lleva, otra vez, a la declaración de independencia que acabó con el «Señor del Capó» y sus amiguetes huidos de la Justicia y cagados de miedo, o a lo mejor no tanto, como los siete caguetas de Suiza que ya gozan el «exilio» para no rendir cuentas por el «caso Tsunami».

«¡Qué romanticismo, tú!». Los pobres que han cruzado la frontera para encontrar asilo en aquel paraíso fiscal decorado con vacas alpinas, chocolate y relojes caros, torpedean el Gobierno de tenguerengue que depende de Puigdemont, porque un referéndum, por mucho que pacten una amnistía, en su propia naturaleza, queda al margen de cualquier legalidad y les colocará en el punto de partida del famoso 1-O, otra vez, con urnas, votos y porrazos retransmitidos.

Sánchez sabe que el límite de sus apoyos alcanza la frontera de una consulta en las urnas que la Justicia no permite. Ya no depende de su alargada mano ni de las necesidades de su partido para mantener el Gobierno. No caben conchabamientos, y eso lo saben en Junts, que ya usa el habitual victimismo del exilio político.

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