Menos azúcar, más bienestar emocional

Menos azúcar, más bienestar emocional

Más del 50 por ciento de los productos que encontramos en el supermercado contienen azúcar, pero con diferentes nombres como jarabe de maíz, fructosa, sacarosa, sirope de agave, dextrosa, melaza, panela, jarabe de glucosa, concentrado de fruta o melaza, por citar algunos. El azúcar siempre está entre nosotros. Y que no falte, pues es la principal fuente de energía de nuestro cerebro. El cerebro consume el 20 por ciento de la energía que generamos y la toma en forma de glucosa. Cuando tomamos azúcar, el cuerpo la descompone en glucosa y la libera en el torrente sanguíneo, el cerebro la utiliza como fuente de energía y provoca una sensación momentánea de alerta y fortaleza. Si se consume demasiada azúcar se pueden provocan picos y caídas súbitas de los niveles de glucosa en sangre que afecta directamente en el estado de ánimo y en el bienestar emocional. Si el cerebro deja de recibir su “combustible” durante un tiempo, aparecen síntomas como sensación de fatiga, mal humor, cansancio, poca capacidad para pensar e incluso abstinencia. Se puede decir que el cerebro es el órgano con mayor dependencia energética porque está alerta prácticamente las 24 horas del día, los siete días de la semana. Cualquier acción o emoción que se realice, provoca una descarga neuronal que desemboca en el cerebro.

La imagen de las películas en la que vemos como se dirigen al frigorífico a coger un cubo de helado después de haber sufrido una decepción, ya sea amorosa, laboral o social, es lo primero que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en tomar dulce y sentirnos mejor. Alberto Oliveras, nutricionista del Health Center Quirónprevención, explica que “el consumo de azúcar puede causar cambios bruscos en el estado de ánimo. Después de un aumento rápido en los niveles de glucosa en sangre, es normal experimentar una sensación de euforia y energía, seguida de una caída igual de rápida que puede llevar a la irritabilidad, la ansiedad y la fatiga”.

La neurociencia, la rama de la medicina que estudia el sistema nervioso, el funcionamiento del cerebro y los procesos relacionados con la mente, dice que el azúcar puede hacernos felices e infelices al mismo tiempo, esto es porque aumenta la acción de la dopamina, un neurotransmisor que tiene la capacidad de liberar endorfinas que dan sensación de bienestar, lo que significa que, al comer alimentos azucarados, mejora el estado de ánimo pero solo temporalmente. Ahora bien, teniendo en cuenta la cantidad de alimentos que contienen azúcares añadidos, estos llegan a convertirse en una dieta habitual, es decir que los consumimos a diario, bien en forma de bebida o de comida. Como consecuencia de esta ingesta, a la actividad temporal de la dopamina le sigue una respuesta hormonal que acentúa los antojos y las emociones negativas. Y cuanto más dependemos de la dopamina para sentirnos bien, menos capacidad tenemos de producir serotonina, el neurotransmisor responsable del control de las emociones y del estado de ánimo como la confianza y la satisfacción. “El azúcar puede ser adictivo para algunas personas, lo que les puede llevar a cambios de humor significativos. La búsqueda constante de azúcar para aliviar los antojos puede crear un patrón de altos y bajos emocionales” añade el especialista.

Es importante tener en cuenta que los momentos en los que más demanda mental tengamos, más azúcar nos pedirá el cuerpo ya que el cuerpo lo que reclama es carbohidrato de rápida absorción en cantidades significativas para sentirse abastecido, por eso es que en épocas de mucho estrés laboral, estudio o simplemente hacia el final del día, si no hemos cubierto adecuadamente los requerimientos nutricionales, puede que no baste con la fuerza de voluntad para luchar contra esa ansiedad de carbohidrato. De hecho, y esto es algo que cuesta mucho entender, la demanda de azúcar es mayor cuando la necesidad proviene de una alta actividad cognitiva más que de la actividad física, por eso es importante que tengamos bien estructurada nuestra alimentación y atendidas las carencias si tenemos un una época de alta demanda mental para que eso no nos suponga comer sin control y por ende, un descontrol de hábitos y peso que luego nos costará mucho corregir porque tendremos que desandar lo andado.

Para evitar estos altibajos emocionales que nos lleva el consumo compulsivo de azúcar, se debe conseguir un equilibrio, no es necesario eliminarla totalmente de nuestra dieta, pero sí consumirla con moderación evitando los alimentos dulces procesados como la bollería industrial o las bebidas azucaradas, y cambiarlos por el consumo de frutas frescas y alimentos ricos en fibra, proteínas y grasas saludables para que la absorción de la glucosa sea más lenta y no haya picos y caídas bruscas en los niveles en sangre. También hay que evitar tiempo de ayuno prolongado, que lleva a la necesidad de consumir alimentos con excesiva cantidad de azúcar para saciar el hambre.

Y a la hora de afrontar un momento de estrés o ansiedad, acudir a tácticas más saludables como la meditación, el ejercicio, mejor al aire libre para evitar la tentación de la despensa o algo tan sencillo como hablar con un amigo o un terapeuta. Además, cuando vayamos a hacer la compra, debemos leer muy atentamente las etiquetas de los productos que vamos a llevarnos, para conocer la cantidad de azúcar que contienen y fijarnos que, muchos alimentos procesados, como ya hemos dicho, ocultan el azúcar con distintos nombres como sacarosa, fructosa o jarabe de maíz. Para tener un bienestar emocional inmejorable, es importante conseguir el equilibrio tanto en la dieta como en la gestión de las emociones, y olvidar el helado en la nevera,

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