Negarse a perdonar

Negarse a perdonar

El otro día hablamos en la radio del perdón y llamó una mujer —Cristina, de Málaga— para contar que se lo habían hecho pasar muy mal en el instituto y que, a los años, uno de los causantes de aquel acoso contactó con ella para disculparse. Todo había prescrito, salvo el olvido y el remordimiento. En realidad, ese hombre removió los recuerdos y contactó con Cristina después de décadas por algo que exigía más de ella que de sí mismo, porque lo que él buscaba era ser perdonado. No llamó tanto para pedir perdón como para que se lo dieran. Supongo que lo hizo para vivir sin culpa, que el perdón se suele rogar por una razón tan egoísta como dormir del tirón o, llegado el caso, reclamar una rebaja de la pena. Ocurre que algunos daños son imposibles de reparar y la culpa es lo menos que te puede quedar, sobre todo si tuviste la oportunidad de echarte atrás y no quisiste.

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