«Noboa quiere ser un presidente sheriff que persigue a sus enemigos a cualquier coste»

«Noboa quiere ser un presidente sheriff que persigue a sus enemigos a cualquier coste»

El desconocido Daniel Noboa sorprendió el pasado viernes a la comunidad internacional con su decisión de irrumpir con la Policía Nacional en el interior de la Embajada de México en Quito para detener a Jorge Glas. El exvicepresidente, hombre de máxima confianza de Rafael Correa, seguía procesado por presunta malversación de fondos públicos y debía completar una sentencia de ocho años de cárcel por otras dos causas por las que ya pasó cinco años entre rejas. Pero permanecía desde el pasado mes de diciembre en la Embajada mexicana y recibió asilo el mismo viernes en el que Noboa perdió la paciencia. El joven inquilino del Palacio de Carondelet, cercado por las condenas internacionales, reivindicó su golpe de mano pese a la ruptura inmediata de las relaciones por parte de México y se justificó aludiendo a la situación «compleja y sin precedentes» que vive Ecuador, un país en guerra contra el crimen organizado. Gilberto Cristian Aranda, doctor en Historia y académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, define a Noboa como un «presidente sheriff, como los del Lejano Oeste de las películas hollywoodienses clásicas, que persigue a sus enemigos a cualquier coste», y advierte de su toma de decisiones, que le ha llevado en apenas unos meses en el cargo a violar la Convención de Viena de 1961.

¿Por qué el presidente Noboa decide irrumpir con la Policía Nacional en la Embajada de México en Quito para detener al exvicepresidente Jorge Glas?

Lo más probable es que sea parte de una estrategia electoral. En breve habrá un referéndum sobre algunos aspectos a tratar de la política ecuatoriana y en un tiempo no muy lejano, un año aproximadamente, Noboa irá a la reelección. Está acumulando fuerzas internas para fortalecer su imagen de cara a los comicios que vienen y, por lo tanto, podríamos decir que, en términos generales, está siguiendo el modelo [del presidente de El Salvador, Nayib] Bukele. Y creo que lo va a conseguir, ha sumado puntos. Pero ha hecho algo que ni el propio Bukele se atrevería, que es demostrar fuerza y castigo contra acusados de delitos dentro del país, violando incluso un principio elemental como es el de inviolabilidad de las misiones diplomáticas, recogido en la Convención de Viena de 1961. Para Noboa da lo mismo. Estamos hablando de un presidente novato que piensa en esto básicamente como una estrategia de marketing político de consumo interno. No tiene mucha idea, parece, de los compromisos de los Estados. Esto no es común ni siquiera en América Latina. En esta parte del mundo están todos muy sorprendidos con lo que ha ocurrido.

¿Qué otras opciones tenía Noboa para detener a Glas?

Denegar, como lo hizo, el salvoconducto [expedido por la Embajada mexicana], impidiendo la salida de Glas a México. Y, mientras eso ocurría, podía haber interpuesto alguna acción en tribunales internacionales, alegando que no se daban las condiciones para conceder el asilo. Pero ha optado por esta vía, que es básicamente ingresar en un recinto diplomático haciendo caso omiso a los compromisos internacionales de Ecuador, y, de paso, provocando este desconcierto global, pero particularmente regional, que se va a seguir tratando y que probablemente sea materia de los foros multilaterales.

¿Qué puede suceder a partir de ahora?

Desde luego, habrá acciones legales. Pero la acción legal ante tribunales no va a venir por parte de Ecuador, sino por parte de México, que seguramente defenderá los derechos de la que era su Embajada. Ya han cortado relaciones diplomáticas, pero emprenderá acciones en algún tribunal de justicia. De eso no me cabe la menor duda.

¿Hay precedentes?

En esta parte del mundo hubo dictaduras militares como la chilena o la argentina que tuvieron mucho cuidado con el principio de inviolabilidad de los espacios diplomáticos. El ingreso a Embajadas es realmente inédito. Y han reaccionado todos. Hasta [el presidente de Argentina, Javier] Milei, que no está muy lejos en términos ideológicos de Noboa, lo ha condenado. Milei recién tuvo un encontronazo, pirotecnia verbal, con [el presidente de México] Andrés Manuel López Obrador, pero la cancillería argentina terminó apoyando a México. Lo que ha ocurrido nos habla de un presidente que quiere seguir el método Bukele, pero incluso lo ha superado. Noboa olvidó que los Estados tienen compromisos y obligaciones internacionales. Si los Estados no respetan ciertos compromisos, como este, el resultado es la anarquía, que es precisamente con lo que Noboa dice que quiere acabar en las calles. Noboa quiere acabar con la inseguridad y el domino de las pandillas, pero actúa pendencieramente en el ámbito de las relaciones internacionales. Es la anarquía.

¿Qué podemos decir hoy del perfil político de Noboa y de su estilo de liderazgo?

A pesar de que no lleva mucho tiempo al frente de Ecuador –algún analista podrá decir que hace falta más tiempo–, Noboa nos ha mostrado en estos meses que está determinado a seguir el guion del presidente sheriff, que impone la ley a cualquier coste sin medir las consecuencias, olvidando que, además de las leyes internas, existen leyes internacionales. Sabíamos por su hoja de vida que era hijo de un empresario que postuló varias veces a la presidencia de Ecuador sin conseguirlo, y que ha nacido y se ha desarrollado en un ambiente de privilegio, producto de su situación familiar, y que, en un contexto de desconcierto, donde hay una crisis de seguridad manifiesta, donde muere un candidato presidencial tiroteado en público, terminó arrimándose a la jefatura del Estado. Tomó la oportunidad que le dio el desconcierto, terminó creciendo y se ganó el voto de muchos jóvenes cansados del sistema político y de la rivalidad entre el correísmo y el anticorreísmo. Noboa quiere ser un presidente sheriff, como los del Lejano Oeste de las películas hollywoodienses clásicas, que persigue a sus enemigos a cualquier coste. Si tuviera que arrestar a un bandolero, está dispuesto a arrasar un pueblo. Lo que ocurre es que esta vez ha violado un derecho elemental en la convivencia entre Estados. Y la posición de Ecuador ha quedado debilitado a nivel internacional, donde necesitará aliados. Es clara y manifiesta la sensación de rechazo a lo que ha sucedido, incluso dentro de Gobiernos conservadores.

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