Núria Espert: “Está claro que los políticos son muy malos actores”

Núria Espert: “Está claro que los políticos son muy malos actores”

En junio serán 89 años y ya quisieran muchos tener el ritmo de Núria Espert (L’Hospitalet de Llobregat, 1935). En menos de una semana ha pisado Londres, Catarroja y Madrid. Tampoco pierde de vista las plazas que quedan en la gira de La isla del aire; y mucho menos la escapada a Menorca “con mi nieta Bárbara”; u otra también marcada en rojo en su calendario: Tenerife, donde dará un buen mordisco a la manzana del Max de Honor. Pero eso ya llegará, igual que su próximo trabajo sobre un texto de Wajdi Mouawad; lo que ahora toca es descansar (aquí ya sí se nota la edad).

Para eso, “no hay ningún sitio como la cama” propia. La suya está en pleno centro de Madrid y tiene unas vistas privilegiadas. “Veo el Palacio [Real]”, aunque “se está dejando de ver porque la naturaleza, con su fuerza, está empezando a renovarse”. El palacio desaparecerá hasta el otoño y, a su vez, sumirá el hogar “en mitad de un bosque”. Es temporada de abrir ventanas y balcones “para que entre la vida”, celebra una actriz agotada, pero que vence a los años con el espíritu de una treintañera.

–¿Cómo se lleva una gira con casi 90 años?

–Es muy cansado, pero va con la satisfacción de llevar esta función por España para que la vea la mayor cantidad de gente posible. Es una obra que tiene el don de poner el corazón alegre o triste, a voluntad. Es una cosa muy inteligente. Nos permite burlarnos de nosotros mismos y llorar por nosotros mismos.

Nunca ha ocultado su pasión por las tablas. Y cada vez hace más presente esa necesidad: “El teatro me da la vida”, repite Espert casi como mantra de un grupo al que se podrían sumar José Sacristán, María Galiana o Lola Herrera. Pata negra de la interpretación patria. “Ahí nos mantiene el público; sin ellos, ¿qué haríamos encima del escenario? Son los espectadores los que siguen pensando que tenemos algo que ofrecerles, que somos buenos en lo nuestro. Y luego, en la calle, eres uno más de las familias.

–Y después de tantísimo tiempo sobre las tablas como actriz “trágica”, va y cambia de registro…

–Sí, e, inesperadamente, me siento estupenda. Hay poca comedia en mi carrera.

–¿Por qué ha faltado la comedia?

–Empezó con una Medea en 1954 que gustó al público e hicimos, en plural, lo que la gente nos pedía, que era teatro de gran calidad y, si era posible, con una buena actriz dramática.

–Quién le iba a decir que setenta años después seguiría ahí arriba.

–Yo creo ni se me pasó por la cabeza, pero tampoco lo contrario. Mi vida se deslizaba teatralmente. Cada vez me exigía más a mí misma y ponía más atención en la selección de textos. Se iba creando una carrera. Y pese a estar abierta a los géneros, siempre hacía lo dramático.

–Y en esas, el año pasado, deslizó que deja esto, pese a que luego se resolvió el “malentendido”.

–Piensa cómo estábamos hace cuatro años, en la pandemia. Habían diezmado los proyectos, la humanidad estaba triste, el dolor por tanta pérdida era terrible. Vino un periodo negro para todo el mundo y también para mí lo fue, se dejaba ver la cara de la depresión. Los proyectos se deshacían entre las manos y sabías que no podías luchar contra eso. Lo que tocaba era sobrevivir y seguir trabajando a medida que el virus fue siendo vencido.

–¿Pasó miedo?

–Lo pase fatal, como todo el mundo. Daba la impresión de que no terminaría nunca. Por suerte mucha gente luchó a brazo partido. Todos nos vimos afectados, aunque algunos más leves, como yo, pero había un velo falta de estímulos, de ganas de salir a la calle… Hasta que la balanza cambió.

–¿Y una mujer que es teatro en sí misma, cómo celebra el Día del Teatro?

–Pues tengo muchas ganas de ir a La Abadía a ver La colección, pero no elegiré precisamente este día.

En esas idas y venidas, Núria Espert todavía sigue con el subidón en el cuerpo de su visita relámpago a Londres, donde debutó como directora, para recibir el título de Doctora Honoris Causa por la Royal Central School of Speech and Drama. “Fue estupendo”, sonríe.

–¿Dónde se guarda tanto premio (aproximadamente son 180)?

–Este, de momento, lo tengo en el salón, en el mismo estuche que me lo dieron.

–Ya puede ir haciendo hueco a la manzana de los Max, que en tres meses está ahí.

–Sí, tengo que ir abriendo la boca, pero no quiero pensar todavía en eso. Necesito calmarme de lo de Londres. Y el Max llega tarde, pero lleno de agradecimiento.

–¿Le echaría algo en cara al teatro, como, por ejemplo, haberla distanciado de su familia en muchos momentos?

–He tratado toda mi vida de compaginarlo todo; a veces lo he conseguido y otras no. Hay profesiones, como la del actor de teatro y cine, que exigen dar parte de tu vida. Otros trabajos tienen peores condiciones y deben luchar para que sus vidas privadas no se marchiten. Yo eso lo he vivido, pero mi madre y mi marido, que era muy casero, me ayudaron mucho a que eso no se rompiera. Todo el entorno juega su papel, y en el teatro los papeles son casi intransferibles, así que cuando te da la impresión de que la vida privada te está marchando bien y no has tenido que abandonar nada importante, entonces, te sientes gratificada.

–El otro día, en la SGAE, se definió como “trabajadora”. ¿Qué parte de trabajo y qué parte de don hay en su éxito?

–Influyen tantas cosas… Unas dependen de nosotros y otras solo parece que dependen de nosotros. He dado mucho al teatro y el teatro me ha dado mucho, le debo tanto…

–El 12 de mayo hay elecciones en su tierra, ¿sigue de cerca los acontecimientos?

–No te creas que comprendo muy bien cómo andan las cosas. Te puedes pasar horas informándote, pero es realmente muy complicado. Al menos eso me parece. Hemos pasado muchas elecciones bien, mal o regular, pero ahora estamos en un momento en el que todo puede romperse en un segundo o salvarse en otro segundo. Las veo como espectadora, aunque no quiero ser nerviosa. Quiero ver cómo se abordan y cómo se deja el insulto. Y digo Cataluña, pero me refiero a toda España.

–¿Lo de la política también es teatro?

–No sé por qué se llama “teatro” a la gente que se insulta, se miente y se enriquece… Lo que está claro es que son muy malos actores.

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