Eva G. D., de 48 años, lleva meses buscando vivienda en un céntrico barrio de Madrid y en este tiempo ya se ha tenido que enfrentar a varias situaciones que califica de “curiosas, por no emplear otros calificativos”. No necesita financiación, así que pensaba que con bucear en los portales y patear las calles sería suficiente, pero no gana para sorpresas. “La primera decepción es que cuando consultas internet, anuncios que se publicitan como directamente de los propietarios resultan ser agentes de la propiedad inmobiliaria (API) o una agencia de las que intermedia en el mercado. En una ocasión me citaron para ver un piso y en el portal me exigieron firmar un documento, al negarme, no pude entrar en la casa”, relata.