En el cambio de siglo, Rafael Navarro de Castro (Lorca, 56 años) vivía en el madrileño barrio de Malasaña, epítome de lo urbanita cool, donde trabajaba en el sector del cine y la publicidad como técnico de luces. No le iba nada mal. Pero se hartó. “Vendí mi buhardilla de 30 metros cuadrados y me compré un terreno en la montaña de 10.000″, cuenta divertido. Desembarcó allí con un camión lleno de maderas y se construyó una casa. Concretamente en Monachil, Granada, donde sigue viviendo, muy contento, en contacto directo con la naturaleza. “No creo que todo el mundo deba irse a vivir a la montaña, eso es imposible, pero sí que deberíamos tener una relación diferente con ella, con los animales, con las plantas, con lo que comemos”, cuenta.