Rico, un maestro en la mejor tradición humanista

Rico, un maestro en la mejor tradición humanista

En 2022 el profesor[[LINK:TAG|||tag|||63361b3b1e757a32c790c73d||| Francisco Rico ]]publicaba “Una larga lealtad”, volumen en el que rendía homenaje al magisterio de grandes filólogos como, entre otros, Ramón Menéndez Pidal, Martín de Riquer, Dámaso Alonso, José Manuel Blecua y Fernando Lázaro Carreter. El historiador de la literatura italiana Gianfranco Contini acuñó en el siglo pasado el concepto de una “lunga fedeltà”, con el que expresaba el necesario reconocimiento público del magisterio intelectual.

La transmisión de la erudición humanista se revelaba así como el elemento clave de una consistente tradición, que se remonta al pensamiento grecolatino, transita por su reelaboración renacentista y recala en el estudio actual de una formas literarias que han devenido en un modo de entender la vida, en un “saber de alma”. La contribución de Rico a esta materia es fundamental, como lo prueban sus decisivos libros “El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo” y “El pequeño mundo del hombre: varia fortuna de una idea en la cultura española”, así como sus estudios cervantinos o sobre el Lazarillo de Tormes.

Una larga lealtad se abre con palabras que cobran, justamente hoy, un especial sentido: “No podría escribir mis memorias -detalla Rico-, porque sencillamente no las tengo. Las incidencias ordinarias y las rutinas de la vida cotidiana llegan y se me olvidan inmediatamente; y, sobre todo, a la altura de los ochenta años, se me han olvidado.” Esta irónica desmemoria puede suplirse con una trayectoria de décadas de rigurosa dedicación a la Filología, disciplina en la que supo combinar el minucioso rigor científico con la profesoral claridad expositiva, sin olvidar su dimensión de tolerante bonhomía y bienhumorada causticidad. Con él desaparece uno de los últimos representantes de aquél clasicismo ético y formal que tanto admiró; en sus estudios alude en alguna ocasión al poeta renacentista italiano Guarino Veronese, para quien el perfecto humanista debía ostentar, junto al “amor por la letras”, “la dulzura en el hablar, la nobleza de costumbres, el refinamiento de modales”.

Estas virtudes no le impidieron a Rico esgrimir, con su amplia cultura y cuando fue preciso, argumentos repletos de contundente mordacidad, desabrida contundencia y sabia apoyatura crítica. Su figura intelectual puede incluirse perfectamente en el ámbito de la historiografía cultural española, en la línea de Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz o Juan Marichal, ya que se trata la suya de una obra multidisciplinaria, que atañe a la literatura, la filosofía, la historia y la sociología. Por otro lado, su labor como editor de textos y su entregada condición universitaria, definen el perfil del moderno erudito, serio difusor de intrincadas temáticas, y maestro -en el clásico sentido de la expresión- ya de varias generaciones de filólogos. Con todo este bagaje personal, nos ha dejado Francisco Rico; siempre le deberemos, con admiración y respeto, una larga lealtad.

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