“Sanchificar” la democracia

“Sanchificar” la democracia

En las entrevistas que Sánchez se hizo a sí mismo en TVE y luego en la SER anunció que, tras su retiro espiritual, había decidido sanchificar la democracia. Lo llamó “regeneración”, pero en realidad es callar a la prensa crítica con su persona y en teledirigir a los jueces para ser impune. No es a humo de pajas. Tiene el poder y las entrañas para hacerlo. De momento es una advertencia para amedrentar a los que no se rinden, y espolear el ajuste de cuentas.

El aviso de Sánchez es el clásico de cualquier sistema autoritario: el líder señala y los acólitos ejecutan. Si el caudillo dice que existen “pseudomedios” de comunicación que intoxican, sin nombrar cabeceras o periodistas, su entorno entiende el mensaje y ataca. Para eso utilizan sus medios y las redes sociales, donde insultan desde cuentas oficiales, y sueltan la amenaza de revisar la financiación de dicha prensa. No hace falta máquina del fango para esto, sino mostrar una trituradora desde el poder. El que hace la ley, hace la dictadura.

Al tiempo salen los ingenieros sociales del comunismo, como Yolanda Díaz y su tropa menguante. Quieren normas que dividan el periodismo entre el progresista y el reaccionario. Vamos, entre el periodismo del movimiento sanchista y la prensa libre, el que hace propaganda oficial y el que encarna el poder fiscalizador. Y lo conseguirán, porque harán una ley de medios moralizante. Habrá bronca entre periodistas, dos bandos enfrentados a muerte civil, que es justo lo que quiere el populismo autoritario.

Hay que confesar que Sánchez ha creado el paraíso para los enemigos de la sociedad abierta. Vivimos una situación inédita desde 1977. Jamás un Gobierno había llegado tan lejos en su pretensión de eliminar la libertad en aras de un proyecto personal. Esta sanchificación de la democracia, su conversión en un régimen iliberal, es sencilla porque en España se venera al Estado y al colectivismo, y se desprecia la libertad individual.

En este caso es cierto que el PSOE se parece a esa España. Los dirigentes y militantes socialistas han dejado de tener criterio propio. Lo han sustituido por la voluntad de Sánchez. Lo que decida el líder les parece bien aunque no dé explicaciones. Lo aceptan sin más a pesar de que ayer dijeran con fervor justamente lo contrario por indicación del césar. Luego, en plena contradicción, defienden a muerte el cambio de opinión del líder. Incluso aunque disientan en la intimidad o en público, vuelven a votar al PSOE de Sánchez. Han echado al olvido la individualidad para convertirse en feligreses.

Sánchez consiguió “sanchificar” al partido socialista. Ahora es su encarnación. El siguiente paso es “sanchificar” la democracia. Ese es el camino, que el orden legal e institucional se identifique con su persona. Quiere ser el Padre Fundador del régimen confederal progresista español. Se trata de cambiar las instituciones, su composición y elección, las leyes y la mentalidad para que se ajuste a los sueños del caudillo.

Si esto ocurre, se acabó. Hugo Chávez dijo en la cumbre de su dictadura una frase que hemos oído en España en estos días: “no se va a tolerar aquí ningún medio de comunicación que esté al servicio del golpismo, contra el pueblo, contra la dignidad de la República”, en referencia a las denuncias a su persona, a la corrupción que le rodeaba y al sistema liberticida. Luego pasó lo que sabemos.

Hace bien el PP en sacar toda la artillería institucional y legal contra Sánchez. Desde este lunes no habrá tiempo ni para parpadear. Ceder es perder, porque tan importante es que Sánchez no controle el CGPJ, o que no cargue contra la prensa, como que los españoles tengan a lo que aferrarse para hacer oposición. Hay que aprovechar las vías que todavía existen en el Estado de Derecho para sentar a Sánchez en una comisión y que dé explicaciones. Quizá sea la última ocasión.

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