Se nos rompió el Falcon

Se nos rompió el Falcon

Estoy a miles de kilómetros de casa, lejos de mi realidad cotidiana que, de un tiempo a esta parte, ha consistido en informar de la espiral política de crispación, de tramas corruptas cada vez más escandalosas y de sucesos que superan cualquier trama de ficción. Inevitablemente, ojeo los digitales de cuando en cuando, y compruebo que la borrasca Nelson ha provocado cuatro muertes y ha arruinado las esperanzas de miles de devotos. La noticia es que hayan podido salir algunas procesiones. Os escribo al filo de una madrugá que promete estar también pasada por agua en toda la península. Ojalá mi Jesús Nazareno, en San Fernando, haya querido dejarse ver.

No hace falta ser «capillita» para que se te erice la piel un Jueves Santo, contemplando su majestuosa silueta en la fachada de la Iglesia Mayor, a eso de las dos de la mañana. Para mí, lo mejor de la Semana Santa es el paréntesis político que supone. Apenas unos cuantos movimientos estratégicos, antes de que todos los partidos retomen sus respectivas batallas el lunes que viene, en modo preelectoral. ERC, EH Bildu y BNG han vuelto a unirse en una plataforma independentista para concurrir juntos a las elecciones europeas, sacando pecho de todo lo que ya le han arrancado al Gobierno. Yolanda Díaz se debilita cada vez más, viendo ahora cómo Mès Per Mallorca también se marcha de Sumar. Y el inefable Carles Puigdemont, ahora ya instalado en Elna, en el sur de Francia, se prepara para hacer campaña, cada vez más cerca de su objetivo de pisar Cataluña para decirnos a todos, imitando a Tarradellas, «ja soc aqui». Lo veremos más pronto que tarde, y espero que el susodicho no tome la decisión de volver antes de que entre en vigor la Ley de Amnistía, porque si le detienen podríamos tener Puigdemont para rato, elevado a mártir independentista.

A ver en qué estado regresa el lunes nuestro presidente, después del susto del Falcon que se rompió de tanto usarlo. De tanto loco viaje no especificado. Esta vez, las víctimas del incidente aéreo fueron él y su familia, que han debido de pasarlo fatal en esos minutos en los que el avión presidencial descendió alocadamente varios miles de metros, camino de Doñana. Con lo cómodo y sostenible que es desplazarse en AVE, no entiendo por qué tanto vuelo corto oficial tiene que hacerse en ese medio de transporte. A Sánchez, por el motivo que sea, el Falcon le apasiona hasta el punto de que pasará a la Historia no solo por sus alianzas Frankenstein, sino por haber sido el mandatario que más lo ha usado, muy por encima de cualquiera de sus predecesores. Si yo fuera él, la operación retorno la haría en tren.

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