Todos somos José Lomas

Todos somos José Lomas

El librero José Lomas dormía en su finquita de La Atalaya de Ciudad Real en la madrugada del 1 de agosto de 2021 cuando unos inquietantes estruendos quebraron su plácido sueño. Tomó una de sus cuatro escopetas, todas ellas con su correspondiente licencia, y se adentró en el jardín sin saber qué suerte correría. La noche cerrada que se abatía sobre La Mancha no le impidió divisar al intruso que había invadido su propiedad. Cuál sería su sorpresa cuando comprobó que la sombra ya no era tan sombra y le hacía frente motosierra en mano y con nada pacíficas intenciones. Lomas, de 80 años, 77 entonces, no se lo pensó dos veces y apretó el gatillo. Uno de los disparos impactó en el tórax del atacante, el otro en su espalda, el tercero fue al aire. El ladrón falleció en el acto. Se trataba de Nelson Ramírez, un hondureño de 35 años, que por edad podía ser su nieto, con sólo 45 antecedentes penales. En su currículum figura, ojo al dato, un homicidio doloso. Vamos, que era muy delincuente, extraordinariamente quinqui. Se da la circunstancia añadida de que era la enésima vez que amigos de lo ajeno se colaban en su parcela. La víctima pasó a ser victimario por mor de unas leyes penales más pensadas en algunos casos para favorecer a los maleantes que a la gente honrada. Las cosas del mundo woke, buenista y consecuentemente tontito que nos ha tocado sufrir más que vivir. Al anciano matar para evitar que le matasen le costó carísimo. El juez de guardia decretó para él prisión provisional, de hecho, se pasó en el hotel rejas nueve meses. Importó un pepino su condición de septuagenario, que hubiera actuado en legítima defensa, que el asaltante tuviera más delitos que años, el caso es que lo encerraron sin compasión obviando además una salud no precisamente de hierro. El penal de Herrera de la Mancha se convirtió en su hogar 270 días. Allí, entre asesinos, narcos, violadores y pederastas, se comió un marrón que no había buscado ni desde luego provocado. José Lomas ha vuelto a revivir su calvario estas semanas durante la celebración del juicio. Debe ser que, como no quería caldo, le han obsequiado con dos tazas. La Fiscalía, tan atenta últimamente a la hora de agraciar a terroristas y golpistas, reclamó inicialmente 12 años de reclusión; la acusación particular, es decir, la familia de Ramírez, 35; su defensa, obviamente la absolución. Los parientes del delincuente abatido en acto de servicio exigían, además, que pase por caja y les indemnice con 236.000 euracos. El jurado falló que debía ir a prisión dos años y medio pero a la juez le ha dado igual: le mete salomónicamente seis años y tres meses y le obliga a abonar 153.000 del ala a los Ramírez. Sencillamente de locos. José sabe que a sus 80 años tendrá que pasarse al menos otros dos encarcelado, disparándose exponencialmente las posibilidades de que la parca le visite en Herrera de la Mancha rodeado de lo peor de cada casa y alejado de los suyos. De la ruina que se le viene encima ni hablamos. Es acojonante que no le hayan aplicado una eximente total, que no se haya tenido en cuenta que disparó en legítima defensa, movido por el lógico miedo invencible y que llamó inmediatamente a la Policía para dar cuenta de lo ocurrido. Ahora sólo le queda la esperanza de que Sánchez, tan solícito a la hora de perdonar a sediciosos y malandrines de toda condición, le otorgue el indulto. Todos somos José Lomas. Todos hubiéramos hecho exactamente lo mismo.

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