Tres de cada cuatro menores vulnerables están obligados a basar su alimentación en ultraprocesados

Tres de cada cuatro menores vulnerables están obligados a basar su alimentación en ultraprocesados

El 75% de los niños y los adolescentes en situación de vulnerabilidad social sufre algún tipo de inseguridad alimentaria, es decir, encuentra dificultades para acceder a alimentos nutricionalmente adecuados para su crecimiento, salud y bienestar. La razón es que gran parte de la población infanto-juvenil no cumple con las recomendaciones de consumo de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), adquiriendo hábitos alimentarios que, una vez aprendidos y mantenidos durante la infancia y la adolescencia, son difíciles de cambiar en la edad adulta.

Esta es una de las conclusiones del estudio piloto “Vulnerabilidad social como predictor de hambre oculta y adecuación nutricional en población infanto-juvenil en áreas metropolitanas de España”, de la Universidad CEU San Pablo y Fundación Mapfre, llevado a cabo en 175 menores en situación de vulnerabilidad social en áreas metropolitanas de España.

Según el trabajo, dentro del total de la muestra, casi el 30% presenta una situación de inseguridad alimentaria severa. Si se analiza de manera específica la población que presenta algún tipo de inseguridad alimentaria, 1 de cada 4 (27%) reconoce que se ha ido alguna vez a dormir con hambre por falta de comida.

Un dia y su noche sin comer

Al respecto, Gregorio Varela, director del Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad (IUAyS-CEU), declara que la inseguridad alimentaria abarca no sólo la falta de recursos económicos para obtener alimentos nutricionalmente adecuados, sino también la incapacidad de acceder a los mismos por no saber cuáles son aquellos con mayor calidad nutricional. “La prevalencia de la seguridad alimentaria de los voluntarios participantes evidencia que más de la mitad de la población del estudio se encuentra en algún tipo de riesgo de inseguridad alimentaria. La calidad de la dieta de los niños y adolescentes que han participado necesita cambios urgentes, debido a que se constata el consumo frecuente de alimentos de baja o moderada calidad nutricional, desplazando así el consumo de verduras y hortalizas, frutas, pescado y productos del mar, entre otros, cuya calidad nutricional es alta, que son esenciales para nuestro organismo”, explicaba Varela.

Asimismo, el informe revela que más de la mitad (54%) de estos niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad y con inseguridad alimentaria ha estado preocupado por la falta de algunos alimentos en su hogar en el último mes. Concretamente, el 47% afirma que, tanto ellos mismos como alguno de los miembros del hogar tuvieron que comer alimentos que realmente no querían, por falta de recursos. Incluso, el 23% ha indicado que tuvo que hacer menos comidas en un día porque no había suficiente comida, y el 11% ha asegurado que pasó un día y una noche enteros sin comer nada porque no había suficiente comida.

El doble de obesidad

La dificultad de acceder a alimentos hace que las carencias nutricionales se comiencen a observar a edades cada vez más tempranas, también en los países desarrollados, con un incremento de formas de malnutrición como el sobrepeso o la obesidad. En este sentido, en España, uno de los países de la Unión Europea donde se da una alta correlación entre la tasa de riesgo de pobreza infantil y de obesidad, el porcentaje de niños con obesidad se duplica en los hogares con menos ingresos (24%), en comparación con los que tienen más ingresos (10%).

Rosaura Leis, presidenta de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), subraya la relación entre las altas cifras de sobrepeso y/u obesidad en niños y adolescentes españoles con la pérdida de adherencia a nuestras dietas tradicionales, mediterránea y atlántica, en pro de otras dietas ricas en energía, pero de escaso valor nutricional. “La alimentación en los primeros 1.000 días de vida y durante la infancia y adolescencia es fundamental para la prevención de enfermedades y la promoción de la salud a corto, medio y largo plazo. Una de las estrategias prioritarias para luchar contra este ‘hambre oculta’ podría ser la promoción del consumo de nuestra dieta y gastronomía tradicional, ya desde la infancia. Para ello, la escuela y la familia, especialmente los cuidadores ‘abuelos’, deben jugar un papel fundamental”, apunta.

33% acude a restaurantes de comida rápida

Según esta encuesta, ninguno de los niños y adolescentes analizados sigue un patrón de dieta saludable: el 70% lleva una dieta que necesita cambios significativos y el 30% restante una poco saludable, un dato que concuerda con la baja adherencia a la dieta mediterránea. En este sentido, la mitad no consume fruta a diario, una cifra que asciende al 71% en el caso de las verduras; sólo el 57% consume aceite de oliva en casa como principal grasa culinaria -clave en la dieta mediterránea, pero con un precio elevado-; el 63% no toma diariamente más de dos raciones de lácteos y el 51% ni siquiera consume una. Tampoco se cumple la ingesta recomendada de pescado y productos del mar, con un 90% de encuestados que no lo incluyen en su menú a diario.

Además, el consumo de hidratos de carbono y de grasa se encuentra por encima de lo estipulado y las ingestas de vitaminas B5, B8, B9, D y E, así como de calcio, magnesio, hierro, yodo y zinc, presentan insuficiencias. Estas deficiencias en micronutrientes esenciales durante la etapa de crecimiento son muy preocupantes, ya que están estrechamente relacionadas con el posible desarrollo de enfermedades de tipo cardiovascular, diabetes u osteoporosis. Resulta muy llamativo y preocupante que, de un total de 26 indicadores de ingesta analizados, en 13 de los mismos no se cumplen las recomendaciones.

Respecto a hábitos menos saludables, destaca que el 33% acude a restaurantes de comida rápida una o más de una vez a la semana y el 25% consume dulces o golosinas varias veces al día. En cuanto a la ingesta de aperitivos y snacks salados, se puede observar que más de la mitad de la población analizada se encuentra por encima de las recomendaciones: el 35% consume estos productos con una frecuencia de 1 o 2 veces a la semana; el 21%, 3 o más veces a la semana, y el 13%, diariamente.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *