Después de esta semana en la que el presidente del Gobierno ha dirigido su carta a la ciudadanía, me viene a la memoria la frase de Tony Judt, porque hace tiempo que quizás… «ha llegado el momento de detenernos a decidir en qué mundo queremos vivir». Este alto en el camino nos ha tenido que servir como reflexión colectiva de en qué sociedad queremos vivir, y cómo vamos a reflejarlo en la gobernanza institucional y la política.
Un alto en el camino para cuestionarnos las reglas del juego que imponen una política a dentelladas, buscando la aniquilación del contrario, que no tienen que ser las que aceptemos como válidas. Se trata de comprometernos con la regeneración de la vida política. La extrema derecha ha encontrado la fórmula global de acceder al poder a través de la polarización, el odio, las fakenews, la judicialización de las mismas y el juego sucio.
Este fenómeno que se conoció en la pasada legislatura en EE UU y llegó al peligroso extremo del asalto al Capitolio, ha migrado a nuestro continente. Es una señal de alerta para la política, y sobre todo para la ciudadanía, que nos está obligando a reaccionar cuanto antes. Esta fórmula extremista de la antipolítica no puede arrastrarnos a quienes pensamos que la política es otra cosa y buscamos la construcción del bien común.
La esencia de la democracia es el diálogo, el respeto y la confianza. El juego sucio rompe esa esencia, y también impide la consolidación y avance de derechos y de libertades. La semana pasada ha sido una llamada de atención para desterrar de la esfera pública la deslegitimación de las opciones políticas diferentes. Como resultado el presidente del Gobierno ha «decidido seguir, con más fuerza si cabe». «Esta decisión es un punto y aparte».
En esta semana nueva, tengo confianza en que la sociedad española que atesora una joven democracia y no se ha quedado inerme en estos días, nuevamente será ejemplo y referencia para defender la esencia de la convivencia común en paz.
