En Bizkaia, casi todo está marcado por el terreno: sus núcleos urbanos, antiguos y modernos, nacen vertebrados por la ría del Nervión hasta su desembocadura en el Atlántico y crecen hasta donde se lo permiten los montes que los rodean, símbolo de un pasado próspero, mientras la costa se deja sentir hasta el interior con el sabor de su gastronomía. De esta orografía surge también un vino con nombre propio, el txakoli o chacolí. Este caldo centenario, casero en sus orígenes y amparado en la provincia vizcaína por la DO Bizkaiko Txakolina, es la excusa perfecta para adentrarse en las entrañas vascas.
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