Hace algunos años conocí a un periodista excepcional. Coincidimos en la redacción de un periódico en el que él gozaba de un gran predicamento intelectual y yo era tan sólo una recién llegada con el encargo de impulsar la estrategia de redes sociales junto a un equipo formidable. Pedro era una enciclopedia andante, con una prodigiosa capacidad de análisis, y había trabajado a conciencia para ser lo que los franceses llamarían “un espíritu libre”. Escuchar sus reflexiones en las reuniones de portada ha sido uno de los privilegios de mi carrera profesional.