Degeneración macular asociada a la edad, un reto para la salud pública

Degeneración macular asociada a la edad, un reto para la salud pública

En el engranaje de la salud de una persona entran en juego muchas piezas. Sin embargo, una de las que más peso tiene es, probablemente, el sentido de la vista, capaz de declinar la balanza de la calidad de vida de un paciente. En este escenario, haber conseguido alargar la esperanza de vida en nuestro país, hasta superar la barrera de los 80 años de media en el caso de los hombres y casi rozar los 90 años en las mujeres, resulta un gran hito, pero trae consigo el desarrollo de algunas patologías degenerativas que ponen en jaque la sostenibilidad del sistema sanitario.

Es el caso de la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), «una enfermedad multifactorial, progresiva, degenerativa y crónica de la retina que afecta a la mácula, es decir, a la parte del ojo que proporciona la visión nítida y central necesaria para actividades que requieren gran detalle, como la lectura, la conducción o el reconocimiento de las caras», explica el doctor Francisco Cabrera, jefe del Servicio de Oftalmología del Complejo Hospitalario Universitario Materno-Insular de Gran Canaria y director médico del Instituto Canario de la Retina (Icare).

Mayores de 50 años

La DMAE es una de las principales causas de deterioro de la visión central en las personas mayores de 50 años y las cifras que se manejan resultan alarmantes, ya que se espera que la prevalencia global aumente de 196 millones de afectados en 2020 a 288 millones en 2040. Y España no se queda atrás, ya que en nuestro país se trata de la primera causa de ceguera por encima de los 50 años. «La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en los próximos 25 años el número de afectados por esta patología llegue a multiplicarse por tres, pues, como su nombre indica, está íntimamente relacionada con la edad y el envejecimiento, por lo que las probabilidades de sufrirla se disparan con el paso de los años», advierte el doctor Lluís Arias, jefe de la sección de retina del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona.

Bajo el paraguas de la degeneración macular asociada a la edad se encuentran diferentes estadíos de la enfermedad, ya que puede encontrarse en fase precoz, intermedia o avanzada. «Dentro de la DMAE avanzada podemos distinguir entre dos subtipos. Por un lado, la más frecuente es la denominada atrófica o seca, presente en el 90% de los afectados y que se caracteriza por provocar el deterioro progresivo de la mácula de una manera lenta; y, por otro, está la conocida como DMAE neovascular o húmeda, que afecta al 10% restante y cuyas consecuencias son más graves. En este caso se caracteriza porque dentro de la retina se forman nuevos vasos sanguíneos anómalos que al crecer van destruyendo la arquitectura de la mácula, lo que provoca hemorragias y la acumulación de líquido, desencadenando la pérdida repentina y más brusca de la visión», explica el doctor Arias, quien insiste en que «ambas arrancan igual y parten de los mismos síntomas, sin embargo, en un 10% de los casos acaba desembocando en neovascular, más dramática por la rapidez con la que sucede, pero también con mejor pronóstico si se detecta a tiempo, ya que hay tratamientos capaces de revertir esa pérdida de visión, de ahí la importancia de realizar un diagnóstico precoz».

Revisiones periódicas

El número de pacientes estimados en 2023 con DMAE neovascular o húmeda en nuestro país fue de 223.641, con una prevalencia de 195.291 y una incidencia de 28.350 nuevos casos al año. En este contexto, la detección temprana se convierte en la herramienta más efectiva, ya que de diagnosticarse a tiempo, «la buena noticia es que se puede tratar y lograr una buena calidad de vida», asegura el doctor Arias, quien hace hincapié en que «para eso resulta fundamental realizar revisiones oftalmológicas anuales a partir de los 55 o 60 años en las que se debe incluir un examen minucioso del fondo de ojo, que es una de las herramientas capaces de detectar los primeros síntomas. Además, se pueden realizar otras pruebas como la medición de la agudeza visual, la tomografía de coherencia óptica o un análisis con la rejilla de Amsler».

Según los especialistas, cualquier persona debe realizar este tipo de revisiones, pero más aún cuando se tienen factores de riesgo asociados. «El factor que más influye, sin duda, es la edad, pero también hay que tener en cuenta la genética, por lo que si un familiar de primer grado ha debutado con esta patología, resulta aconsejable iniciar las revisiones antes», detalla el doctor Cabrera, quien añade que, además, «hay otros factores externos que también aumentan las posibilidades de sufrir DMAE, como el tabaco, ya que está demostrado que tiene un efecto oxidativo muy nocivo para la visión, hasta el punto de que puede llegar a multiplicar por diez el riesgo de padecerla».

Gracias al control periódico de la vista los oftalmólogos pueden detectar a tiempo los primeros signos de la DMAE neovascular o húmeda, «algo fundamental, ya que, si somos capaces de actuar en esos primeros momentos es posible aplicar un tratamiento y frenar el desarrollo de la enfermedad, lo que podría permitir tener una buena calidad de vida», reconoce el doctor Arias.

Pérdida de independencia

Para las personas con problemas de visión por enfermedades de la retina incluso las tareas diarias pueden volverse complicadas. La capacidad para trabajar o tener una vida social activa puede verse afectada y estas personas pueden llegar a depender de familiares y amigos para actividades cotidianas como comprar, limpiar y vestirse. No es de extrañar entonces que la visión reducida o pérdida de visión puedan causar aislamiento social, depresión y ansiedad.

Sufrir DMAE neovascular se convierte en una losa que impacta en la calidad de vida de quien la padece, ya que, según la OMS, es la primera causa de ceguera sobrevenida en mayores de 65 años en países desarrollados. «Esto resulta devastador en el día a día de los afectados y también en el de sus familiares, ya que la falta de visión implica en los pacientes la pérdida de independencia personal, lo que supone la necesidad de disponer de ayuda o contar con un cuidador», advierte el doctor Cabrera. De hecho, en España el 59,2% de las personas con DMAE neovascular necesita ayuda de cuidadores para realizar tareas domésticas u otras actividades cotidianas, «lo que implica un gran impacto emocional y económico. Además, se pierden las relaciones sociales y aumenta el sedentarismo, ya que se reduce la actividad física por el aumento del riesgo de caídas y fracturas. Todo eso contribuye a una mayor probabilidad de ingreso temprano en residencias de ancianos y desemboca en la aparición de ansiedad e incluso depresión, sin pasar por alto que presentar diversos factores de riesgo cardiovascular como obesidad, diabetes o colesterol, incrementan el riesgo de DMAE», añade el doctor Arias.

Tras un diagnóstico certero, el tratamiento de la DMAE neovascular exige un abordaje continuo a través de inyecciones intravítreas que logran beneficios funcionales que les permite tener una buena calidad de vida. «Este tipo de pacientes precisa controles frecuentes y tratamiento continuado que exige un seguimiento periódico con su oftalmólogo. Sin embargo, esto supone una carga de trabajo difícil de gestionar, sobre todo si tenemos en cuenta que esta enfermedad sigue una tendencia alcista derivada del envejecimiento de la población, lo que puede ocasionar la saturación del sistema sanitario a corto y medio plazo», advierte el doctor Cabrera, quien apuesta por «la generalización de unidades especializadas en DMAE dentro de los servicios de oftalmología, lo que permitiría manejar esta sobrecarga asistencial de una forma más coste-efectiva. Lo ideal es que el paciente, en una única visita al hospital y con un equipo dedicado únicamente a la DMAE, pueda hacer las pruebas pertinentes de seguimiento y, además, recibir el tratamiento, lo que mejora la adherencia y el tránsito de los afectados».

Con herramientas de diagnóstico y los avances en los tratamiento, los especialistas insisten en la importancia de apostar por alternativas terapéuticas que permitan un mejor abordaje de la enfermedad a largo plazo, lo que beneficia tanto al paciente como a la sociedad y al propio sistema sanitario. «Todo ello sin olvidar la necesidad de mejorar el conocimiento de esta enfermedad para aumentar la concienciación sobre la importancia de su detección temprana», insisten los doctores Cabrera y Arias.

Reportaje realizado en colaboración con Roche.

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