¿Pueden tener las fobias una causa genética?

¿Pueden tener las fobias una causa genética?

Se calcula que afectan al 2% de la población general, con una incidencia notablemente más alta en mujeres. Estas reacciones de miedo angustiante y persistente suelen iniciarse en la infancia debido a experiencias desagradables y miedos que han sido condicionados a diversos contextos, objetos y personas, aunque el verdadero origen se desconoce en muchos casos diagnosticados.

Hoy en día, numerosos investigadores tratan de resolver el interrogante de cuáles son las causas de las fobias: ¿se aprenden simplemente a través de experiencias o hay un componente genético que predispone a algunas personas más que a otras? ¿Es posible que las fobias se hereden?

En este artículo, trataremos de responder a estas y otras preguntas y nos centraremos en las teorías más recientes y aceptadas sobre las causas de las fobias para entender mejor cómo se forman y, lo que es más importante, cómo pueden superarse.

¿Qué es una fobia y cómo se desarrolla?

El concepto de fobia se entiende dentro del ámbito de la psicología clínica como un tipo de trastorno de ansiedad caracterizado por “un miedo excesivo, angustiante y persistente hacia objetos, situaciones, actividades o personas específicas” (APA, 2013). Para poder hablar de fobia como tal es necesario que ese miedo sea desproporcionado respecto al peligro real que representa el estímulo fóbico y que la persona tienda a evitarlo a toda costa, limitando así de forma significativa su funcionamiento diario.

Las fobias suelen clasificarse en tres tipos principales: fobias específicas, fobia social y agorafobia. Por un lado, las fobias simples o específicas se refieren al miedo intenso hacia objetos o situaciones concretas, como el miedo a volar, a ciertos animales, o a recibir inyecciones, entre otras. Por otro lado, la fobia social implica un miedo intenso y persistente a situaciones sociales o actuaciones en público que pueden resultar en evaluaciones negativas o en un sentimiento de vergüenza. Por último, la agorafobia se caracteriza por el miedo a estar en lugares de los que puede ser difícil escapar o en donde podría no haber ayuda disponible en caso de tener un ataque de pánico. Cabe puntualizar que cuando se habla simplemente de fobias se suele hacer referencia a las primeras, esto es, las simples o específicas.

Respecto a las teorías sobre el origen y desarrollo de las fobias, estas han evolucionado desde explicaciones basadas en el condicionamiento del miedo (por experiencias traumáticas o desagradables) hacia modelos que incluyen el aprendizaje vicario (por observación) e informativo (a partir de la información que se recibe), y más recientemente hacia teorías no asociativas que proponen que ciertos miedos importantes para nuestra supervivencia pueden aparecer de forma natural y automática, sin necesidad de haber vivido situaciones específicas que los generen. Con todo, los modelos cognitivos siguen destacando la importancia del aprendizaje y los factores de desarrollo en las causas y el mantenimiento de las fobias.

La mayoría de las fobias específicas se desarrollan en la infancia o adolescencia y suelen originarse a partir de eventos traumáticos o experiencias negativas. Por ejemplo, una persona que fue mordida por un perro en su infancia puede desarrollar una fobia a los canes, evitando cualquier situación que implique estar cerca de ellos o cruzarse con uno en la calle, lo que limita su capacidad para realizar actividades como ir a parques públicos, correr por la calle, etc. No obstante, no todas las fobias tienen un punto de inicio claro ni en todos los casos el origen tiene que ver con una experiencia explícitamente aversiva.

¿Existe una predisposición genética a padecer fobias?

La pregunta acerca de cuáles son las causas genéticas —si las hay— de las fobias, qué papel juegan los genes en su origen y desarrollo, y si estas pueden transmitirse de generación en generación es un área de gran interés en psicología y genética conductual.

Actualmente, la evidencia sugiere que existen algunos componentes genéticos en la predisposición a desarrollar ciertos tipos de fobias. En algunos estudios centrados en fobias específicas, como el miedo a los animales, a las alturas o a espacios cerrados, se ha observado que determinados genes (p. ej. el gen BDNF, el gen RGS2, el gen COMT, el gen SLC6A4 y el gen CRHR1) pueden jugar un papel relevante en la manifestación de estas respuestas de miedo intensas y desproporcionadas, siempre de forma conjunta y en una interacción genes-ambiente compleja que aún no se comprende del todo.

Uno de los enfoques más prominentes para comprender la base genética de las fobias ha sido el estudio de gemelos. Una investigación pionera en utilizar esta metodología fue la de Torgersen (1983), quien ya en esos años observó que los gemelos monocigóticos (idénticos) que comparten prácticamente el 100% de sus genes tenían tasas de concordancia más altas para las fobias específicas (y para los trastornos de ansiedad, en general) en comparación con los gemelos dicigóticos (fraternos), quienes comparten aproximadamente la mitad de sus genes variables. Estos resultados se han ido confirmando y replicando a lo largo de los años, si bien en la actualidad se sigue investigando.

Ahora bien, las estimaciones de heredabilidad varían ampliamente, incluso entre subtipos de fobias. Un metanálisis realizado sobre los resultados con gemelos indicó que los miedos y las fobias son “moderadamente heredables”. Por ejemplo, para el miedo a animales se calcula que la varianza atribuible a los factores genéticos se sitúa en torno al 45% y para la fobia a sangre-inyección-heridas en torno al 33%. Sin embargo, este mismo estudio destaca que estas cifras pueden fluctuar dentro de un rango que va de 0 a 71%, lo que claramente indica la gran variabilidad que existe.

En todo caso, lo que la mayoría de investigadores propone es que las diferencias en cómo las personas experimentan miedos o fobias se deben en gran parte a dos causas principales: la suma de pequeños efectos de varios genes y las experiencias personales únicas que no son compartidas incluso entre miembros de la misma familia. La predisposición genética a las fobias implicaría, pues, una interacción compleja de múltiples genes y en ningún caso se puede atribuir a un único “gen de la fobia” (como algunas veces leemos por ahí).

En resumen, aunque el ambiente y las experiencias de vida son factores significativos en el desarrollo de las fobias, la evidencia científica actual respalda la idea de que las predisposiciones genéticas también pueden jugar un rol importante. La clave está en la interacción que se produce entre los componentes genéticos y los factores ambientales, ya que esto es lo que va a determinar la probabilidad de que una persona desarrolle un determinado tipo de fobia.

Tratamiento de las fobias: ¿cuáles son las terapias más eficaces?

Aunque las fobias pueden ser muy limitantes, afortunadamente la psicología clínica ofrece tratamientos empíricamente validados que han demostrado su eficacia para ayudar a las personas a superar este problema. Este tipo de tratamientos, son llevados a cabo tanto en presencia como por psicólogos online en España y se basan en las siguientes terapias:

Terapia de exposición

La terapia de exposición es una de las intervenciones más efectivas y está ampliamente respaldada por la evidencia científica para el tratamiento de las fobias. Esta técnica se basa en el principio de desensibilización sistemática que consiste, básicamente, en exponer a la persona de manera gradual y controlada al objeto o situación temida, dentro de un contexto seguro.

Por ejemplo, para tratar a una persona con fobia a las arañas o aracnofobia se seguiría el siguiente proceso: se comienza con la creación de una jerarquía de situaciones que provocan miedo, ordenadas desde las menos hasta las más aterradoras. La persona es expuesta gradualmente a estas situaciones, comenzando por imaginar una araña y avanzando hacia interacciones más directas, como estar en la misma habitación que una araña o tocarla, mientras practica técnicas de relajación para controlar la ansiedad. Todo esto guiado por el psicoterapeuta.

Esta exposición repetida tiende a reducir de forma progresiva la respuesta de ansiedad, ya que el sujeto y su organismo aprenden que el objeto de miedo no es tan peligroso como se percibía inicialmente y termina por habituarse al mismo.

Terapia cognitivo-conductual

La terapia cognitivo-conductual (TCC) representa un conjunto de intervenciones que se utilizan para tratar múltiples trastornos psicológicos, incluidas las fobias. La TCC integra técnicas conductuales como la exposición con estrategias cognitivas diseñadas para modificar los patrones de pensamiento disfuncionales que contribuyen al mantenimiento de la ansiedad. Su eficacia está ampliamente documentada en la literatura científica.

El componente cognitivo de la TCC implica identificar, cuestionar y reformular pensamientos automáticos negativos y creencias irracionales que contribuyen a la ansiedad fóbica. Mediante técnicas como la reestructuración cognitiva, las personas aprenden a reconocer y enjuiciar sus miedos infundados, reemplazandolos con evaluaciones más realistas y menos amenazantes de la situación o el objeto temido.

Paralelamente, el componente conductual se enfoca en la exposición gradual y controlada al estímulo fóbico, permitiendo que el paciente experimente y se habitúe a la situación temida en un entorno seguro, lo que lleva a una disminución de la respuesta de miedo, tal y como hemos comentado anteriormente. Este proceso no solo reduce la evitación conductual, sino que también permite que la persona ponga en marcha acciones correctivas alternativas que contrarresten sus expectativas negativas y poco realistas.

Otras terapias

Además de la terapia de exposición y la TCC, actualmente existen otras opciones como la terapia de realidad virtual, que permite a las personas enfrentarse a sus fobias en un entorno simulado y controlado; o una variante de esta, la terapia de realidad aumentada, que combina elementos del mundo real con elementos virtuales y ofrece una experiencia más inmersiva y a menudo menos intimidante para la persona afectada.

Estas terapias de realidad virtual y aumentada han demostrado ser particularmente útiles para fobias que son difíciles de replicar en un contexto terapéutico convencional, como el miedo a volar, la fobia a las alturas o a ciertos animales. Al realizarse en una plataforma segura y controlada para la exposición, este tipo de intervenciones tecnológicas facilitan la desensibilización y el manejo de la ansiedad de manera más efectiva.

Para terminar, la terapia farmacológica, aunque se utiliza con menos frecuencia como tratamiento primario para las fobias, puede ser útil en algunos casos donde los niveles de ansiedad son tan altos que impiden que la persona pueda participar en una psicoterapia con normalidad.

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