En el mundo de lo políticamente correcto se podría asumir que los bancos deberían ser un santuario de neutralidad. Un bastión de imparcialidad donde los euros y los céntimos reinan de forma suprema por encima de otras consideraciones. Grave error. Bienvenidos al mundo del Banco Políticamente Correcto, donde incluso la calderilla tiene que pasar un curso de sensibilidad y “la manipulación del lenguaje se convierte en un arma para el control de la mente y el abuso de poder”, como dijo George Orwell en 1984.