Crítica de “La bestia”: amor y miedo en tiempo de catástrofes ★★★★

Crítica de “La bestia”: amor y miedo en tiempo de catástrofes ★★★★

Dirección: Bertrand Bonello. Guion: Bertrand Bonello, Guillaume Bréaud y Benjamin Charbit, según la novela de Henry James. Intérpretes: Léa Seydoux, George MacKay, Guslagie Malanda, Dasha Nekrasova. Francia-Canadá, 2023, 146 min. Género: Drama.

El enigma es la bestia. Y la bestia es polisémica: si Patrick Chiha, en su reciente adaptación de la ‘nouvelle’ de Henry James, la identificaba con el deseo, Bertrand Bonello parece hacerlo con el miedo, que siempre ha movido al mundo. Un miedo que atraviesa océanos de tiempo, que empieza permaneciendo en fuera de campo (un grito al vacío) y que se manifiesta en una cadena de catástrofes anunciadas o intuidas, desde el futuro hasta el pasado, y viceversa. Así como, en el 2044, Gabrielle (hipnótica Léa Seydoux) se ve obligada a purificarse (a neutralizar sus emociones) reviviendo sus traumas pretéritos (en 1910 y 2014) para integrarse plenamente en el engranaje del capitalismo pospandémico controlado por la IA, la película se reencarna en un drama de época y un psychothriller lynchiano, glicheando sus cruces y reencuentros, creando una ilusión de multiverso en el que Gabrielle persiste como un valor inmutable y su objeto amoroso, Louis (George McKay), subsiste como el electrón que salta, inquieto, buscando un cortocircuito. Toda la película es, en sí misma, una interrupción, en la que se alternan épocas y estilos narrativos y desastres naturales y amenazas y muertes para que las rimas que se producen sean tan significantes como las disonancias, y la dispersión sea la figura retórica que esencializa esa sensación pixelada de miedo, un miedo que a la condición humana le viene de fábrica, y que el relato contemporáneo, tan difuso como una red social, representa con tanta fidelidad. Tal vez Bonello consiga más profundidad en el plano teórico que en el emocional, pero hay algo en “La bestia” que muerde hasta los huesos. Qué difícil es definirlo.

Lo mejor: su osada estructura narrativa, que logra que el amor y el miedo parezcan, a lo largo de más de un siglo, sentimientos sinónimos.

Lo peor: sus desvíos e interrupciones pueden despistar al espectador.

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