Cuando coleccionar arte no es ni lujo ni inversión: “Las obras pueden apoderarse de cualquiera”

Cuando coleccionar arte no es ni lujo ni inversión: “Las obras pueden apoderarse de cualquiera”

La palabra impone un poco y hace pensar en grandes estancias repletas de piezas o en una larga tradición —con zonas de sombra— que se remonta a los cuartos de maravillas o gabinetes de curiosidades del siglo XVII. Así que, en primer lugar, hay que aclarar que casi ningún pequeño coleccionista se considera coleccionista a sí mismo, por más que haya acumulado una cantidad respetable —todas lo son— de obra artística. Además, el discurso mediático, tan centrado en las instituciones o en los fenómenos más morbosos y discutibles del mercado del arte, no suele dar voz a quienes coleccionan alejados de las grandes subastas o de las cifras estratosféricas. Así que, fuera de sus círculos, a los pequeños coleccionistas se les suele encontrar a través de amigos que han conocido sus casas y los señalan con comentarios como: “Juan tiene una colección de dibujos que no le cabe uno más en la pared” o “el piso de Beatriz está lleno de escultura contemporánea”. Luego, Juan y Beatriz —son nombres supuestos— te dicen que no, que ellos no son coleccionistas, pero que bueno, alguna cosilla sí que tienen.

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