Dobles raseros

Dobles raseros

Es casi tan difícil admitirlo como evitarlo. No tratamos a todo el mundo con el mismo baremo ético, con idéntica vara de medir. Nos ofuscan las pasiones, los odios y las distancias entre las distintas personas verbales. Nuestros juicios tienden a la conjugación irregular: yo hago, tú cometes, él perpetra. Perdonamos con facilidad nuestros errores mientras atizamos sin piedad los tropiezos de los demás. Cultivamos el amor propio y la vergüenza ajena. El doble rasero es el mal nuestro de cada día.

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