Es difícil describir sin sofocarse el salón de las Cariátides del palacio Reale de Milán: un espacio diáfano de doble altura y 782 metros cuadrados —15 más que el salón de los Espejos de Versalles—, levantado junto al Duomo entre 1774 y 1778 en grandioso estilo neoclásico, y destruido e incendiado por las bombas aliadas en 1943. Fue reconstruido, después de años de abandono por culpa de sus connotaciones monárquicas, como un monumento a la destrucción de la guerra, y hoy vuelve a tener parte del esplendor que proyectó su arquitecto, Giuseppe Piermarini, pero sin ocultar sus cicatrices.