Por las calles de Butarque, en el distrito de Villaverde ―la periferia sur de Madrid―, siempre hay alguien vestido de rojo o negro y azul. Son los colores de los dos clubes de la zona, el Racing Villaverde y el Santiago Apóstol. Los vecinos cuentan que todos tienen un hijo, nieto, sobrino, amigo o conocido que juega al fútbol y entrena en el campo municipal del barrio, el David Diez de la Cruz. Gran parte de la vida allí ocurre en torno al césped, las porterías, las gradas o los vestuarios. “Tampoco hay mucho más”, dice una vecina. Butarque es una de esas zonas residenciales ―denominadas PAUs (Programas de Acción Urbanística)― que empezaron a desarrollarse a principios de siglo y donde los habitantes llegaron antes que las instalaciones. No hay instituto, ni biblioteca, ni centro de salud. Y ahora, los clubes temen quedarse también sin campo.