El diario de Amilibia: Él con la calavera en la mano

El diario de Amilibia: Él con la calavera en la mano

Cuando lo vi la pasada semana en el Valle de los Caídos, con su profiláctica bata blanca y rodeado de restos humanos, me lo imaginé no en el paisaje ideal del Perro Xanxe (un paraíso de huesos), sino vestido de príncipe de Dinamarca y recitando el inicio del famoso monólogo de “Hamlet” con la calavera en la diestra o en la zurda, como prefieran, al estilo Laurence Olivier: “Ser o no ser, esta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo: sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darles fin con atrevida resistencia?” Él hubiera puesto especial énfasis y gravedad en la palabra resistencia, recordando su manual. Ya ha profetizado, eufórico, que gobernará no nueve meses, que eso sería un embarazo, sino nueve años.

¿Qué mensaje nos ha querido enviar Él desde ese escenario de cuento de Poe o de laboratorio forense? ¿Qué ya no le sirve solamente sacar a pasear los esqueletos de Franco y José Antonio Primo de Rivera? ¿Qué los huesos son también suyos o que Él es un hueso duro de roer? ¿Qué a partir de ahora todo va a ser una película de terror? ¿Qué Él es el especialista de la serie CSI Miami o Nueva York, a elegir, que va a leer en esos restos toda la memoria democrática de nuestra guerra civil? ¿Qué el resto de legislatura va a batallar y navegar bajo bandera pirata, una calavera con dos tibias cruzadas, en plan totalmente Barbarroja?

Hay que ver, dirán las lenguas viperinas, con qué mimo elige los huesos para sus dóberman. Pero como final glorioso de la escena necrofílica nada mejor que volver a “Hamlet”: “Algo huele a podrido y no sólo en Dinamarca”. La adulteración es mía. Perdón, don William.

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