El «efecto blanqueamiento» de EH Bildu

El «efecto blanqueamiento» de EH Bildu

Los dos grandes cambios que se producirán en el País Vasco el próximo domingo con respecto a las elecciones autonómicas de 2020 son, por un lado, el incremento del nivel de participación hasta el 66,7%, ya que la pandemia de Covid-19 la redujo al 50,8 por ciento en las elecciones anteriores, y por otro el crecimiento electoral de EH Bildu, que por primera vez en la historia amenaza la hegemonía del Partido Nacionalista Vasco.

Años de blanqueamiento de la marca EH Bildu por parte del Gobierno de la nación, al tenderles la mano para sacarlos de la marginalidad, convirtieron a una organización que nunca ha condenado un atentado terrorista de la banda asesina ETA en un socio fiable del Gobierno español de izquierdas que también fue recompensada con alcaldías como la de Pamplona, con complicidad interesada y calculada.

Lógicamente, parte del electorado de izquierda, que tradicionalmente votaba IU, Podemos y PSOE ahora transfieren su voto a esta «nueva» izquierda, que perciben más «auténtica» que la «vieja», representada por PSE-PSOE, Sumar y Podemos. Exactamente lo mismo sucedió en Galicia en las elecciones del pasado mes de febrero, cuando la izquierda tradicional transfirió decenas de miles de votos al BNG. Tanto en Galicia como en el País Vasco la izquierda separatista tiene un enorme porcentaje de voto joven, que no ha vivido los años del terrorismo ejercido por independentistas en ambas regiones. Mientras que desde 2015 el PSOE buscaba neutralizar a Podemos, y ahora a Sumar, de repente se encuentra con que los menores de 45 años se le van a la izquierda más radical y secesionista. ¿Nueve años de «podemización» del PSOE van ahora a dar paso a asumir postulados de la izquierda separatista?

BNG y EH Bildu comparten intereses, así como coalición electoral en las convocatorias europeas. Las posibilidades de un Gobierno de coalición EH Bildu y PSOE son altas. Ya hubo en 2005 un gobierno de coalición BNG-PSOE en Galicia. El PSOE lo intentó de nuevo en febrero, ofreciéndose al BNG para formar un gobierno de «izquierdas». Solo la mayoría absoluta del PP acabó con este desesperado plan socialista para aumentar su poder territorial, que hoy en día está bajo mínimos históricos, ya que solo cuenta con mayoría absoluta en Castilla-La Mancha, y con la presidencia de los consejos regionales de gobierno de Asturias y Navarra, gracias a pactos, al carecer en estos territorios de la mayoría absoluta.

El descenso del PNV se fundamenta en la pérdida del 19,7% de su electorado. La mayoría de ellos acabará en EH Bildu (10,6%) y en la abstención (4,6%). Retiene únicamente el 80,3% de los que le votaron en 2020.

Su socio, el PSE-PSOE, también cae. Solo conserva el 73,0% de sus votantes, pues el restante 27% se distribuye principalmente entre el PNV (8,2%), EH Bildu (6,6%), PP (4,9%) y la abstención (4,9 por ciento).

Pero el desastre es aún mayor en Sumar y Podemos, que ahora concurren por separado. Los primeros solo reciben el 30,6 por ciento de lo que en 2020 fue la coalición Elkarrekin Podemos, mientras que los segundo consiguen únicamente el 18,1% de aquella alianza.

Sin embargo los dos partidos que más crecen –EH Bildu y PP– presentan unos porcentajes de votantes leales superiores al 90%. Los separatistas cuentan con la fidelidad del 92,8% de sus votantes y los populares, con el 90,2%. Ambos combinan la minimización de sus pérdidas con la captación de voto de otros partidos. Los herederos de Batasuna incorporan el 29,2 por ciento del voto de la anterior coalición Elkarrekin Podemos, también el 10,6% del voto del PNV y el 6,6 por ciento de los votantes socialistas. Mientras, los populares reciben el 11,1 por ciento del voto de Vox y el 4,9% del electorado del PSOE.

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