El Estado Palestino, sí; pero ahora no

El Estado Palestino, sí; pero ahora no

En «las dos tardes» en las que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, ha explicado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, las dinámicas del conflicto palestino-israelí se le ha debido olvidar mencionar la teoría de las siete y media. En política exterior es importante calcular bien los tiempos y proponer las iniciativas en el momento adecuado para obtener los respaldos necesarios, sobre todo el de los países con bastón de mando. Si llegas a las siete y veinticinco, llegas demasiado pronto; si lo haces a las siete y treinta y cinco, vas tarde; hay que hacerlo a las siete y media.

El presidente del Gobierno compareció esta semana en el Congreso de los Diputados para explicar su gira por Jordania, Arabia Saudí y Qatar. Defendió el reconocimiento del Estado de Palestina [[LINK:INTERNO|||Article|||6616ce1c8ca5b0e4d5fbb47e|||«por el interés geopolítico de Europa»]] y con esa letanía viajará a Portugal, Irlanda, Eslovenia y Noruega para convencerles de dar el paso y reconocer conjuntamente el Estado palestino. Obtener el respaldo de estos países periféricos no está de más (todo suma), pero no dejará de ser un logro más simbólico que efectivo. ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla. De los 193 Estados miembro de Nacionales Unidas, 137 ya reconocen el Estado Palestino sin que eso haya impedido la última guerra de Gaza. Mientras no se consiga que Estados Unidos se una a la iniciativa y se consagre la fórmula de los dos Estados en una resolución de la ONU, no hay nada que hacer.

Con israelíes y palestinos sumidos en una de las guerras más mortíferas desde la creación del Estado de Israel en 1948, existe un consenso generalizado en Occidente de que asegurar la autodeterminación palestina es la mejor garantía de paz y seguridad para ambas partes. Pero la pregunta es cuándo y cómo debe darse este reconocimiento. Mientras, el presidente del Gobierno aboga por que sea inmediato. Durante la mini gira por Oriente Medio aseguró a los periodistas que la declaración podría llegar “muy pronto” y fijaba como horizonte este próximo semestre. Washington y las principales capitales europeas prefieren esperar hasta el final del conflicto armado. Piensan que hacerlo antes sería premiar a Hamás por los atroces atentados del 7 de octubre.

El Departamento de Estado de Estados Unidos ya está estudiando la posibilidad de reconocer un Estado palestino tras el cese de los combates. La postura tradicional de EE UU es que el acuerdo se resuma en una resolución de la ONU en la que se reconozcan los dos Estados basados en las fronteras de 1967. La capital de Israel en Jerusalén Occidental y la de Palestina en Jerusalén Oriental. Deberán contemplarse acuerdos de seguridad mutua, incluido el posible despliegue de fuerzas internacionales de paz, y de refugiados. Esta resolución, sin embargo, está lejos de materializarse.

Sánchez, también, se equivoca en el tono, que dista de ser diplomático. El presidente del Gobierno se ha convertido en uno de los líderes más hostiles hacia Israel. Lo atestiguan las sucesivas tensiones y crisis diplomáticas producidas entre los dos países a lo largo de estos seis meses de conflicto. Los ataques a Israel le posicionan en uno de los bandos y reducen las posibilidades de que pueda presentarse como un mediador creíble para un enfrentamiento que dura décadas y que me temo que seguirá sin resolverse cuando no esté en La Moncloa.

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