Hay niños y niñas que no son únicamente un calco físico de sus progenitores, sino que también son un fiel reflejo de sus comportamientos y actitudes. De igual manera que los hijos tienen rasgos físicos que les asemejan a sus progenitores, como el mismo color de ojos o de cabello, también reproducen conductas que recuerdan el proceder de los adultos. Como, por ejemplo, el uso de un vocabulario cargado de palabras malsonantes, la obsesión por el orden o la práctica de tirar los envoltorios de los caramelos a la papelera. Y es que la gran mayoría de las conductas que se ponen en práctica durante la niñez, y que acompañarán durante la vida adulta, son fruto de la observación en los padres, según aseguran los expertos.