Los gestos más humanos son así. Sorprenden. Remueven las tripas. Acumulan sentimientos, a veces dispares y encontrados. Y nos recuerdan que el imperativo ineludible es pensar siempre de forma razonable, y sobre todo racional. Los ciudadanos sabemos que Pedro Sánchez es un tipo duro, resistente, férreo. A unos les gustan más sus políticas. A otros, nada. Y para muchos, partidarios o detractores, siempre ha sido difícil verlo como un vecino muy próximo, de esos que vienen a pedirte sal, o una pizca de perejil. De modo que si alguien así alberga dudas muy serias —y las manifiesta públicamente— sobre si debe seguir en el poder, legítimo o no, y reclama tiempo para reflexionarlo con su esposa, estamos ante un gesto muy humano y muy serio.