El verano toca a su fin o toca su fin. ¿Qué es lo correcto?

El verano toca a su fin o toca su fin. ¿Qué es lo correcto?

“Tempus fugit”. Cuánta razón hay en esta locución latina que deriva de un verso de las “Geórgicas” del poeta latino Virgilio: “Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus”. El tiempo transcurre veloz, pensamos cada año por estas fechas, cuando los días se hacen más cortos y las noches algo más frescas. Se nos escapa de forma irreparable, confirma la pareja de ancianos pegada a un pasodoble en la última verbena de la temporada. Todo apunta a eso, a que el verano toca a su fin. Está acabado, muy cerca de ese final que cantaba el Dúo Dinámico. Y lo curioso es que existe más resistencia a admitir el uso de la preposición “a” en la expresión “toca a su fin” que pena por la despedida estival.

¿Se le puede dar licencia para prescindir de la “a” a esos hablantes que cuestionan su uso? No. Nuestra lengua es contundente y no cabe discusión. La expresión correcta es “toca a su fin” y a estas alturas no vamo a conceder al verano, ni a ninguna otra estación del año, los receptores nerviosos que harían posible el sentido del tacto, exclusivo de los seres vivos. El verbo tocar es polivalente y se encuentra en otras muchas expresiones que no exigen la preposición. “No me toques las narices”, “se mira, pero no se toca” o “toca despedirse”. “No me toques las palmas que me conozco”, cantaba de niña la cantante María Isabel.

Tenemos también la triste locución “tocar fondo”, muy elocuente para expresar que estamos al límite de una situación, o “tocar madera”, muy recurrente cuando tratamos de atraer, sin demasiada convicción, la buena suerte. Como síntoma de absoluta falta de fe en ello, nos llevamos una mano a la cabeza. Tocamos madera para que no llueva en la boda o para aprobar esa oposición en la que hemos invertido varios años de nuestra vida.

Pero ahora lo que toca es guardar los muebles del jardín porque, nos guste o no, el verano toca a su fin. Y si después de la explicación, la dichosa preposición “a” no ha dejado de rechinar, siempre está el “apaga y vámonos”, aunque su significado más preciso se refiere a una situación que ha causado asombro. Si no, el consejo más sabio: apurar los últimos días sin pensar si toca o no toca a su fin y poniendo el broche de oro al verano. Ya habrá tiempo de martirizarse con la vuelta a la rutina, los madrugones, los horarios o la sempiterna duda de si la dieta de la zanahoria o la de la alcachofa.

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