En la era del culto a la productividad y la optimización hay algo peor que no hacer nada, y es hacerlo sin un propósito económico, terapéutico o productivo. Hacer lo que sea por puro gusto, sin método ni hoja de ruta parece que fuera el mayor de los pecados. Los que todavía conservan un hobby sin monetizar y no tienen intención de hacerlo son la resistencia.