“Mary Shelley era dolorosamente joven, una adolescente de hecho, cuando publicó Frankenstein o el moderno Prometeo, y fue capaz de trasladar todas sus contradicciones y preguntas al monstruo y su relato, todas sus necesidades esenciales y sus sentimientos de marginación e incapacidad”. La reflexión procede de Guillermo del Toro, de su libro Gabinete de curiosidades. “Me sobrecogió la sensación miltoniana de abandono, el terror absoluto de una vida absurda. La tragedia no dependía del mal. Ese es el dolor supremo de la novela: la tragedia no precisa de villano”, se lee en el volumen.