Haz siempre lo que temas hacer

Haz siempre lo que temas hacer

Hace unos días nos desayunábamos con la agradable noticia de que, según el CIS (póngalo en cuarentena, ya saben) los españoles puntuamos con un notable alto (casi un ocho) nuestra felicidad. Sorprende, habida cuenta de las quejas oficiales respecto al trabajo, la vivienda, la familia y hasta los amigos. ¿Somos felices por todas nuestras condiciones de vida o pese a ellas? ¿Qué es la felicidad?

Reviso las grandes frases de personalidades de la historia y encuentro tópicos como que «la felicidad depende de nosotros mismos», que decía Aristóteles, dejando a un lado la suerte o la desgracia, o que «la felicidad está dentro de uno, no al lado de alguien», que apuntaba Marilyn, que jamás la encontró… Pero hay muchas más definiciones de felicidad a dilucidar. Roosevelt pretendía que «la alegría reside en el logro y la emoción del esfuerzo creativo»; pero Homero aseguraba «que no hay mayor logro que el que se consigue con las propias manos y los propios pies», luego ahí podría caber más felicidad que en el goce intelectual, aún cuando Marco Aurelio determinara que «la felicidad de nuestras vidas depende de la calidad de nuestros pensamientos».

Como ven, cada cual tiene una consideración particular de felicidad que pasa por «perdonarse», Stevenson dixit (algunos se contentarían con soportarse) o «saber que eres amado por ti mismo, o más exactamente, a pesar de ti mismo», que señalaba Víctor Hugo.

Las canciones de toda la vida prometen la felicidad con «salud, dinero y amor»; pero lo cierto es que, aunque la lucidez de la máxima de Sartre, «felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace», sea incuestionable, para mí la felicidad pasa por algo tan aparentemente sencillo como inalcanzable, que es la ausencia de miedo.

Mi filósofo de cabecera, Ralph Waldo Emerson anima con su «haz siempre lo que temas hacer» y para mí es religión. Porque no tener miedo alguna vez es imposible, pero superarlo de pensamiento, palabra, obra y omisión, es pura felicidad. Y para eso, como para cualquier cosa que valga la pena, es imprescindible sujetarse los temores y atreverse.

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