Huella digital y despidos

Huella digital y despidos

Brittany Pietsch, una joven de Atlanta (Georgia, EE UU), sabe que la van a despedir porque la empresa para la que trabaja como ejecutiva de cuentas, Cloudflare, lleva todo el día llamando a muchos de sus compañeros con el mismo objetivo. Decide grabarlo. Un hombre y una mujer con los que nunca ha hablado son los encargados de comunicarle la mala noticia. “No has cumplido las expectativas”, le dice él. Pietsch le interrumpe, le explica que su jefe la ha felicitado en cada una de las conversaciones que han mantenido. Pregunta dónde está y por qué no es él, su responsable directo, quien le informa del despido y reclama insistentemente “una explicación que tenga sentido”. Al otro lado de la videollamada, el hombre titubea, sostiene que no puede ofrecerle datos “específicos”. Pietsch insiste: “Entiendo que para vosotros debe de ser muy fácil, pero para la gente es algo muy traumático. ¿Sabéis, cuando llamáis a gente cada 15 minutos, con quién estáis hablando realmente?”. Se hace el silencio. La llamada concluye sin que las dos personas encargadas de despedir a Pietsch le expliquen por qué la empresa, proveedora de servicios de Internet, ya no cuenta con ella.

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