La calle más corta que se recorre en diez pasos y se esconde a los ojos del viandante

La calle más corta que se recorre en diez pasos y se esconde a los ojos del viandante

El callejero español es diverso y singular, y está lleno de lugares peculiares, desde los nombres de las calles y plazas hasta su forma, tamaño y ubicación en las ciudades y pueblos donde se encuentran,

Sitios o rincones muchos de ellos con siglos de historia, que han sido testigos directos de hechos históricos o momentos inolvidables y que incluso presumen de contar con leyendas que les hacen más grande.

Son, en definitiva, enclaves únicos y con encanto, que no dejan indiferente a nadie que los encuentra mientras pasea, ya que en muchos casos no son siquiera populares o están escondidos a los ojos del viandante, como es el caso que ocupa en estas líneas.

Una calle que se caracteriza por ser la más corta de Valladolid y una de las más pequeñas también de España. De hecho, apenas tiene 9,04 metros de longitud y se puede recorrer en diez pasos.

Si bien, lo que la hace también peculiar y, sobre todo, misteriosa, es que se encuentra oculta detrás de una puerta y no tiene salida, por lo que pasa desapercibida para la gente en general y eso que se encuentra en pleno centro de la capital vallisoletana.

A pesar de ello, mucha gente desconoce que ahí hay una calle que es pública y que se puede pasar por ella entre las ocho de la mañana y las diez de la noche.

Se trata de la calle Boteros, situada entre la Plaza Mayor y la Plaza de Fuente Dorada, junto a la calle Ferrari. Data del siglo XVI y fue en sus orígenes un antiguo corral de oficios rebosante de vida en el pasado. Se construyó poco después del gran incendio que asoló a la ciudad y de la mano de la creación de la Plaza Mayor.

Le debe su nombre a que en ese lugar vivían artesanos del cuero que se dedicaban a confeccionar botas, pero no de calzado, sino para beber vino. De hecho, hasta hace apenas medio centenar de año allí había un quiosco además de una taberna frecuentada por personajes variopintos, pero, sobre todo, militares y parejas de novios sobre todo que iban allí a dar cuenta del vino barato de la época que allí se vendía para alegrarse el día y apagar la sed mientras echaban la tarde.

Otra curiosidad de esta calle es que las paredes y los muros de ladrillo que pueden verse hoy en día revestidos con estuco y yeso, son los originales. Entrar a esta calle es hacer un viaje en el tiempo aunque apenas quedan tres puertas de las de siempre.

Un calle singular que es considerada como tal desde el año 1863 cuando el Ayuntamiento de la época decidió retirar la denominación de corral a este lugar pasando a formar parte del callejero con el nombre de Calle Boteros.

Un lugar emblemático de Valladolid, escondido para el propio vecino de la ciudad, pero que bien merece una visita y conocer su historia.

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