La incierta revolución contra la obesidad

La incierta revolución contra la obesidad

La obesidad es una de las pocas enfermedades notorias a simple vista. De las escasas en que los pacientes experimentan sentimientos de culpa cuando van al médico. Y, probablemente, la única en la que muchos sanitarios responsabilizan a las personas que la padecen. “Me hicieron sentir fatal durante el embarazo, me dijeron cosas feísimas, como ‘ahora sí que vas a tener que cuidarte’ o ‘no vas a poder coger a tu hija”, recuerda Leila del Caño, que lleva lidiando con la obesidad sus 36 años de vida, que siempre fue “la amiga gorda” y que ha fracasado en dietas de toda índole. Su relato se parece al de otras muchas personas con más kilos de los que se consideran saludables. Personas que ahora contemplan con esperanza una nueva generación de medicamentos que prometen solucionar de forma aparentemente sencilla un problema tremendamente complejo. El famoso Ozempic, la conocida como droga de Hollywood para perder peso —aunque realmente esté indicada contra la diabetes—, es solo la punta de lanza de una revolución farmacológica contra la obesidad que ha alterado el producto interior bruto de Dinamarca, el país donde se fabrica. Ya está cambiando la vida de mucha gente, pero no deja de ser un parche a una epidemia con raíces profundas y que no hace más que crecer.

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