Levantar el muro

Levantar el muro

«Hay que levantar un muro de democracia, convivencia y tolerancia», nos dijo el pasado mes de diciembre el presidente del Gobierno, en su condición de candidato a la investidura, que alcanzaría con éxito. No se trataba de un muro de todos en favor de la democracia, la convivencia y la toleración, sino de un muro en contra de la «derecha y la ultraderecha», el latiguillo argumental que adereza el discurso de cada dirigente socialista y de la mayoría parlamentaria gubernamental (los partidos satélites del PSOE). Ahora, cinco meses después, Moncloa ha iniciado la construcción del muro.

Los cinco días de reflexión –engalanada con panegíricos sobre el presidente, manifestaciones (poco numerosas) de apoyo callejero y manifiestos de periodistas adheridos a la causa– han dado paso al proceso en el cual conoceremos con qué tipo de ladrillos se levantará la pared que, al estilo berlinés de la Guerra Fría, separará a «los buenos de los malos», en palabras de la ministra socialista Diana Morant. Siendo los buenos aquellos que erigen la tapia y los malos, aquellos que quedan del otro lado.

El lenguaje de estos días, salteado de arenas movedizas guerracivilistas, aspira a solidificar un armatoste político que ya nació resquebrajado: el conglomerado de partidos que sostiene al presidente en el poder. Y, como paso previo imprescindible, consolidar el poder interno en el PSOE, dado que quien ocupa el cargo de secretario general es «el puto amo», según definición entusiasta de Óscar Puente, el único ministro dispuesto a poner en su boca expresiones como esa, que definen a quien las utiliza.

Más ajustada a la realidad es la explicación alternativa que da Joaquín Leguina, socialista desde antes de que naciera el presidente, quien asegura que el secretario general no es el amo, sino el dueño del partido. Y no lo dice ahora. Hace años que lo fotografió con tan alta definición, adelantándose a otros socialistas que no han querido creerlo, hasta que los hechos se les cayeron encima.

Consumada la vodevilesca saga fuga de cinco días que terminó en nada, entramos en una nueva etapa del mandato presidencial. Punto y aparte, según dice el presidente.

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