Desde pequeña, una galopante timidez impedía a Sol Ventimiglia, hoy de 45 años, expresarse ante los desconocidos con cierto aplomo. Ella prefería hablar a través de su ropa: “Los tejidos de las prendas me daban seguridad”, recuerda. Para ella, su forma de vestir era su superpoder, una capa mágica con la que afrontar la vida y sentirse cómoda. Un día, se dio cuenta de que ese don que ella tenía le faltaba a mucha gente a su alrededor: “Tengo un armario lleno de ropa, pero nada que ponerme”, oía decir habitualmente.