Público

Público

Lo público y lo privado protagonizan desde hace décadas (¿siglos?) en España una lucha ideológica, que esconde otra más fiera todavía, meramente crematística, avara, de acumulación de poder, de lucro del poder. La izquierda asegura defender lo público. La derecha, sin desdeñarlo, tampoco le quita ojo a lo privado. Y ahí están los agotadores tópicos que recurrentemente se ofrecen a la ciudadanía para que entre al trapo electoral: «sanidad pública, educación pública, carreteras públicas»… Por cierto que, a estas últimas, les queda poco para ser gratuitas, aunque seguirán llamándose «públicas». Con la banderola, consigna e ideal de «lo público» se hacen orgullosas manifestaciones populares, muy reivindicativas e indignadas. Seguirán haciéndose, ya son clásicas. Lo público se defiende con fiereza porque «todo lo público es de todos», excepto el dinero público (dicen) que no es de nadie. La gran paradoja española, o tomadura de pelo desvergonzada: que lo público es patrimonio común, menos el dinero público, que no es de nadie. Cuando, sin dinero público, no puede haber nada más. Y siendo indudable que, lo que aquí abunda, especialmente, es el afán de saqueo, el ansia de apropiarse del botín del dinero público. El mayor tesoro español, de hecho, es su dinero público, y no solo porque España sea una eficaz máquina recaudando, incluso en tiempos de severa recesión y aislamiento, pues éste es (o era) un país de gentes acostumbradas a pagar disciplinadamente sus facturas, sus deudas, sus impuestos… Lo público siempre ha sido, pues, un ariete que espolea la rabia popular, el trabajo común, la expectativa general de los particulares. Lo público, que hace aleación con «lo social». España acontece en lo público, que es algo así como una conquista sindical existencial, benéfica, promisoria. Pero el lema de «lo público» ya no sirve para esconder este espectáculo bochornoso, indigno, delincuencial, del asalto a lo público: el robo descarado, la prevaricación grosera, el chanchullo, el trinque indisimulado, la comisión robadora, la avaricia glotona manoseando el puesto institucional mientras lo esquilma… ¡Y aquí no pasa nada! (Que a ver cuándo revienta todo).

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